DETRÁS DE LAS PAREDES
“La Habitación” no es sólo una película sobre los horrores de un secuestro, ni una película que quiere centrarse en el amarillismo sensacionalista de tales sucesos (aunque este aspecto se utiliza para un propósito específico). Lenny Abrahamson construye un film sobre una madre y su hijo tratando de adaptarse al mundo exterior tras años de cautiverio forzado.
Cuando conocemos al niño Jack (un impresionante Jack Tremblay) está celebrando su cumpleaños en una habitación que parece de 2mt. x 2mt. y donde tiene todo lo que -Jack piensa- necesita tener. Hay un armario (donde se esconde durante las visitas nocturnas del secuestrador) un lavabo, una TV, la silla uno, la silla dos, y la puerta de chapa (que sólo el secuestrador puede abrir) y por sobre todo, claro, su ventana al espacio abstracto.
Su madre, “Ma” (Brie Larson) le enseñó que todo lo que existe en el mundo esta en la habitación. Pero en realidad hay algo más allá de las paredes, su madre fue secuestrada a los 17 años por Nick (Sean Bridgers) y ha sido su rehén desde entonces.
Claustrofóbica en su primer acto, la película aumenta la apuesta dramática cuando es necesario, pero sin cruzar la línea del melodrama empalagoso. Las actuaciones mueven el amperímetro afectivo pero lo hacen de una manera reflexiva, llena de comprensión acerca de la crianza y la naturaleza humana, representada en el vínculo simbiótico de madre e hijo.
En su núcleo “La Habitación” se trata simplemente de eso, el amor materno, y cómo ese sentimiento primario y vital supera cualquier obstáculo, no solamente el de la privación de la libertad sino el del centro dramático del film y elefante rosa en la habitación: el niño es hijo del secuestrador, el resultado de una violación, pese a eso -o por eso- el lazo inquebrantable de amor incondicional que la madre siente por su hijo cobra un valor mayor y es el nudo emocional del film, la desgracia convertida en porvenir.