Un haz de luz en el infierno
Aveces la realidad supera a la ficción. Basada en el best seller de Emma Donoghue, quien tomó el caso de Elizabeth Fritzl, la austríaca liberada en 2008 tras pasar 24 años encerrada y abusada por su padre, “La habitación” se postula como la gran favorita de los Oscar. Esta historia escalofriante protagonizada por Brie Larson tiene cuatro nominaciones a los premios de la Academia; a mejor película, mejor director (el dublinés Lenny Abrahamson), a mejor guión adaptado, y a mejor actriz protagónica. El punto de partida del filme surge cuando Joy (Larson) es secuestrada y violada por un hombre y condenada a vivir encerrada, pero en el transcurso de ese pesadilla nace su hijo Jack (Jacob Tremblay). En ese micro universo, se ve la relación madre-hijo de una manera íntima y conmovedora. Pero cuando finalmente logran escaparse -5 años más tarde- ese mundo que Jack jamás conoció empieza a ser real: sabores, sensaciones, la no explicación de hasta dónde llega el cielo, la ignorancia de cómo se sube un escalón. Y acá es vital destacar el trabajo del director que logra penetrar al espectador con un relato estremecedor. Pero el que se lleva todos los aplausos es el pequeño Tremblay, que tendría todas las chances de ganar el Oscar a mejor actor protagónico, si tan sólo hubiese sido nominado. Estamos tan acostumbrados al mundo que “La habitación” es una manera de redescubrirlo, un haz de luz en el infierno de la perversión.