La condición femenina.
Está claro que en términos cinematográficos la figura de Wolfgang Amadeus Mozart no permite dubitaciones ya que aún hoy continúa profundamente ligada a la extraordinaria Amadeus (1984), una de las tantas obras maestras de Milos Forman. Para todos aquellos que nos autodefinimos como melómanos, la película posee una importancia sin igual que trasciende por mucho la frontera de la música clásica para adquirir resonancias universales y prontamente transformarse en un pantallazo exquisito por los mil vericuetos del desarrollo laboral/ artístico de turno, el que por supuesto incluye el contexto social del momento, la dinámica de las relaciones afectivas y esa enorme lujuria por la creación.
Adelantándose unos años a una estructura narrativa bastante popular en la actualidad, La Hermana de Mozart (Nannerl, la Soeur de Mozart, 2010) aborda de manera tangencial al renombrado compositor, del mismo modo que Mi Semana con Marilyn (My Week with Marilyn, 2011) analizó a Marilyn Monroe, Hitchcock (2012) al maestro del suspenso y El Sueño de Walt Disney (Saving Mr. Banks, 2013) al responsable del imperio homónimo. Mientras que las susodichas nunca se decidían entre el retrato del apellido famoso y el del personaje lateral elegido, convirtiéndose a fin de cuentas en híbridos más o menos eficaces pero algo ciclotímicos, aquí la propuesta se juega de lleno por la señorita del título.
La historia sigue a la adolescente Nannerl Mozart (Marie Féret), la hermana mayor de Wolfgang (David Moreau), en el periplo francés de la gira junto a su familia por las cortes europeas. Bajo el control de su padre Leopold (Marc Barbé), ambos hermanos daban espectáculos basados en el talento del niño prodigio y el acompañamiento de la joven, que tocaba el clavicémbalo porque tenía el violín vedado según los prejuicios del período para con las mujeres. El clan eventualmente termina en la Abadía de Fontevraud, en donde Nannerl se hace amiga de Luisa María (Lisa Féret), una de las hijas del rey Luis XV, quien a su vez le abrirá el camino para conocer en Versalles al Delfín de Francia (Clovis Fouin).
Si bien el realizador René Féret no aporta ninguna idea novedosa al terreno de las biopics y hasta en gran medida toma prestado aquel humanismo entre verborrágico y dilatado de François Truffaut, en La Hermana de Mozart consigue buenas actuaciones de sus hijas Marie y Lisa, escudriña con elegancia la condición femenina y evita caer en la misandria de cotillón (en el relato los hombres son lo suficientemente complejos). Con una primera mitad centrada en la promesa de cambio y un tramo final vinculado al intento concreto y sus efectos, el film ofrece un recorrido correcto aunque leve por la sombra de Amadeus, el deseo de componer de Nannerl y una sociedad muy castradora simbolizada en Leopold…