Destino demoníaco
La industria cinematográfica contemporánea tiende a ocultar su falta de originalidad -y su pereza, a decir verdad- mediante la triste estrategia de volcarse a cierto fundamentalismo segmentado que se dedica a reproducir todos los estereotipos posibles de tal o cual género o subgénero con vistas a captar -oh, sorpresa- al espectador más perezoso, ese que no tiene mucha idea de nada y que lee a la cultura en términos utilitaristas homologados al entretenimiento más burdo. El terror sufre en especial por este estado de cosas porque todo lo anterior está asimismo relacionado con el lavaje pueril general, léase la ausencia de sexo y violencia explícita en los productos mainstream, nada menos que dos de los ejes centrales de la comarca de los sustos porque sin el erotismo y la efervescencia gore lo que queda es un suspenso que lamentablemente tampoco suele ser administrado con eficacia hoy en día.
La Hora de tu Muerte (Countdown, 2019), ópera prima en el campo de los largometrajes de Justin Dec, sintetiza todo lo que está mal en el horror industrial de nuestro presente porque hablamos de un film que jamás consigue salir del déjà vu cíclico, ahora ofreciéndonos una premisa que gira alrededor de una misteriosa aplicación para celulares, la Countdown del título original en inglés, que predice con exactitud el momento de la muerte de cada persona, informando sus años restantes, días, horas, minutos y segundos. El núcleo del relato es una bella y joven enfermera, Quinn Harris (segunda incursión en la gran pantalla de Elizabeth Lail), quien se baja la app de pura curiosidad -sus compañeros de trabajo y un paciente la nombran- y así descubre que le quedan menos de tres jornadas de vida, típica excusa para jump scares cronometrados y poco imaginativos que aburren casi de inmediato.
En esencia estamos frente a un esquema retórico que combina la fórmula de Destino Final (Final Destination, 2000) y aquel terror tecnológico que comenzó con El Círculo (Ringu, 1998) y su remake yanqui La Llamada (The Ring, 2002), lo que para colmo nos deja muy cerca de lo hecho por Takashi Miike en la temáticamente similar Llamada Perdida (Chakushin Ari, 2003), un opus que también tuvo su versión hollywoodense, la flojísima Una Llamada Perdida (One Missed Call, 2008), y que se sustentaba en unos protagonistas recibiendo mensajes de voz de ellos mismos en el instante de su fallecimiento, junto con la esperable info temporal del deceso a través del registro interno. Aquí no falta ningún cliché: Quinn tiene una hermana menor llamada Jordan (Talitha Eliana Bateman), comparte camino con un interés romántico que también padece la maldición, Matt Monroe (Jordan Calloway), y recurre a una figura de autoridad acerca del tópico en cuestión, el Padre John (P.J. Byrne), el cual le pasa el dato de que todo el asunto está vinculado a un demonio, Ozhin, que viene a reclamar las almas de aquellos que osan esquivar su destino de muerte.
Definitivamente lo único interesante de la propuesta se reduce a la subtrama del acoso sexual que sufre la chica en su trabajo cortesía de su jefe directo, el Doctor Sullivan (Peter Facinelli), un señor bien psicópata que pasa de insistir e insistir con el “acercamiento” -a pesar de la negativa de Harris- a acusarla él de molestarlo ante las ingenuas autoridades del nosocomio de turno, provocando que la suspendan. Sin embargo todo en la película de Dec es de una pobreza rutilante debido a que al director y guionista no se le cae ni una idea novedosa en lo que respecta a las escenas de supuesta tensión, el remanido diseño de Ozhin y fundamentalmente lo que podría hacer la protagonista para contrarrestar la amenaza que se cierne primero sobre ella y Matt y a posteriori sobre Jordan (tenemos soluciones obvias y fallidas como cambiar de celular, hackear la aplicación y realizar un paradigmático rito místico/ religioso, amén de fijar en el horizonte la misión de “quebrar” la condena vía el paradójico acto de morir antes de que finalice el conteo). La Hora de tu Muerte es otro producto deficiente más de un mainstream proclive al facilismo comercial oligofrénico…