Fábula moderna y política
Ficarra y Picone hablan de compromiso con el cambio sin sustento político o cinematográfico.
Con timing electoral, los comediantes sicilianos Ficarra y Picone debutan en la cartelera porteña tras más de una década protagonizando filmes que también escriben y dirigen, en la piel de los simpáticos Salvo y Valentino, compinches de personalidades contrastantes. El cine del dúo apela a un tono tragicómico para exponer cierta falta de civilidad regional del sur de Italia con una elevada dosis de sarcasmo y aprovechando siempre el temple opuesto de sus personajes.
En La hora del cambio, Salvo y Valentino terminan enfrentados por una campaña política cuando un maestro, miembro de la familia, decide combatir la corrupción y postularse como alcalde de Petrammare, ficticio pueblito del sur de Italia, para terminar con el clientelismo oficialista. El candidato da el batacazo y se impone en las elecciones, pero ninguna grieta separa a Salvo y Valentino, ni a nadie más en el pueblito palermitano, una vez disparado el conflicto real: el nuevo alcalde comienza a cumplir sus promesas y todos, una vez que sintieron la mano en el bolsillo, quieren deshacerse del funcionario electo cuanto antes y como sea.
La sátira de Ficarra y Picone no tiene nada que ver con Nanni Moretti, quien dedicó buena parte de su carrera a la comedia y la política. En La hora del cambio nadie grita consigna política alguna y ni siquiera se discuten las distintas visiones. Ficarra y Picone prefieren apoyarse en la inmediatez de los gags que exponen la vulgaridad del pueblito y buscan que el espectador se sienta reflejado y se vea a sí mismo en pantalla como parte del gatopardismo de una sociedad con más ganas de quejarse que de mejorar.
La linealidad simbólica de Ficarra y Picone termina siendo paradójica en La hora del cambio, una fábula moderna sobre la necesidad de un cambio rotundo con todos los vicios enquistados de la comedia italiana más tradicional.