Si lo que Giuseppe Capotondi se propuso con este film que marca su debut en el largometraje fue captar y retener durante una hora y media la atención del espectador sin temor a que éste se sintiera manipulado por la sucesión de enigmas y giros sorpresivos que siembra a lo largo del relato, puede decirse que consiguió su propósito. Con la decisiva ayuda de dos actores formidables (la rusa Ksenia Rapoport, protagonista de La desconocida , y Filippo Timi, el inolvidable Mussolini de Vincere ), este experto en videos musicales transita por un territorio poco habitual en el cine italiano y pone a su servicio un lenguaje elegante que se apoya tanto en la fuerte definición de los personajes como en su refinado sentido visual y en una notable habilidad para la creación de atmósferas que pueden ser amenazantes o conmovedoras. Lo que podría haberse reducido a un depurado ejercicio de estilo gana así el atractivo de un relato que, al menos en el comienzo, apunta a la historia de amor entre dos seres solitarios y a partir de una escena central (el robo de obras de arte de una mansión de Turín) se vuelca hacia el ambiguo e inquietante terreno del cine negro, donde todas las apariencias son engañosas y todos los hechos pueden conducir a pistas falsas o señalar piezas sueltas de un complejo rompecabezas.
Es muy poco lo que puede exponerse del contenido argumental de La hora del crimen sin perjudicar el interés de la narración. Apenas que antes de que la historia de amor se insinúe, ya ha habido una escena que anticipa el ingrediente policial del film (el suicidio de una huésped del hotel en que trabaja como camarera la protagonista, una bella y enigmática inmigrante eslovena), y que el encuentro con quien será su pareja, un ex policía, se produce poco después en uno de esos locales que promueven citas rápidas ( speed dating ), donde él es cliente asiduo y ella concurre por primera vez. También puede anticiparse que Buenos Aires está presente en el diálogo y en una fotografía que tiene como fondo el Puente de la Mujer. Y que la inclusión en la banda sonora de un hit de Celia Cruz compuesto por el argentino Víctor Daniel, "La vida es un carnaval", está más que justificada.
Desde el encuentro hasta la escena del robo en que ellos se ven involucrados, el avance de la relación revela tanto la química que se establece entre Rapoport y Timi como la habilidad de Capotondi para colmar el relato de detalles significativos. Es probable que haya a partir de ahí unas cuantas trampas para alimentar la curiosidad y mantener al espectador en estado de alerta, pero si bien algunas resoluciones pueden juzgarse un poco previsibles, o los distintos giros generar cierta dispersión, la cohesión formal de Capotondi y el hábil montaje aseguran el atractivo de un film que algunos hallarán fascinante y otros, bastante manipulador. Parece menos probable que alguien pueda aburrirse.