Estamos ante otra película similar a Actividad Paranormal, donde lo que el espectador observa son imágenes que supuestamente fueron grabadas por los personajes del film a través de una cámara en primera persona. Esta vez la historia se centra en una obra de teatro realizada en una escuela secundaria. Veinte años atrás durante esa misma obra, un chico murió en el escenario mientras personificaba al protagonista. En el presente un grupo desea reinterpretar el texto pero el actor principal, Reese, sufre de pánico escénico y decide -junto a dos amigos- meterse en la escuela de noche y destruir el escenario. Pero una vez que comienzan a destrozar la utilería, cosas extrañas comienzan a ocurrir y cuando quieren salir, descubren que no pueden hacerlo.
La Horca está llena de momentos que buscan sobresaltar al espectador, con sonidos que irrumpen en medio del silencio, caras que aparecen de la nada frente a la cámara y momentos extremadamente largos en pos de construir suspenso, avisando al espectador que en cualquier momento algo intentará hacerlo saltar de su asiento. Y no lo logra.
Un gran punto en contra son sus protagonistas. Quien lleva adelante gran parte de la filmación, Ryan, es un bully insoportable. Molesta a los chicos no populares, hace bromas estúpidas, es arrogante y está tan estereotipado que uno desea que sea la primera víctima y termine con la tortura de tener que verlo un segundo más. Los demás personajes no se ganan ni el odio ni el cariño de nadie, lo que genera que su destino nos resulte indiferente.
El film dura tan solo 81 minutos y aun así termina siendo extenso. Con momentos predecibles, intentos fallidos de originalidad y personajes que no logran conectar con el espectador, La Horca no logra asustar ni tampoco marca un antes y un después en el género. Es otra de las tantas películas que quisieron subirse al éxito de Actividad Paranormal y que mueren en el intento.