Otra película de terror, de presupuesto acotado, y que apuesta al found footage. Últimamente hay como una especie de epidemia con este tipo de películas, pero lo llamativo es que acá además la mayoría de estos films llegan con retraso. Parece curioso entonces que de repente haya una película así, chiquita (aunque distribuida por Warner) que genere con su marketing tantas expectativas a tal punto de estrenarse acá casi en simultáneo que en Estados Unidos.
Pero esto llama aún más la atención luego de ver el resultado. Porque si uno esperaba sorprenderse, encontrarse con algo diferente y atractivo, lamentablemente no es algo que va a suceder en esta ocasión.
Primero y principal, el bendito found footage. Aquel que permite filmar “feo”, desprolijo, porque al fin y al cabo la idea es que se perciba amateur, no planeado, y realista, como si cualquiera de nosotros pudiera haberlo hecho. Y además en el que cualquier excusa sirve para que sus protagonistas nunca dejen de filmar (porque de lo contrario, se termina la película), falta de baterías o la necesidad de tenerla siempre a cuestas la cámara son cosas que se solucionan con mucha facilidad para sus protagonistas.
Segundo, una trama que podría funcionar bien en su premisa, pero que falla en su desarrollo y aún más en su resolución, pobre, que no tiene mucho sentido. En este caso, todo gira alrededor de una obra (llamada “La horca”, claro) en que cuya función del día del estreno hace veinte años un accidente o algo que nunca se pudo explicar derivó en la muerte en escena de su protagonista ahorcado. Hoy, una joven estudiante y actriz pone todo de sí para poder traerla a escena una vez más, pero un grupo de alumnos rebeldes (y de pocas luces, en especial el que se encarga de documentar todo) pretende impedirlo. No obstante, encerrados en el teatro durante la noche previa al estreno, hay algo o alguien más que se va a encargar de que nada suceda como lo esperado.
Otro tema aparte son las actuaciones, siempre caras desconocidas ayudan a imprimir el relato de una realidad latente (y acá cada actor fue descubrimiento de los propios realizadores), pero acá en general se está bastante sobreactuado.
Hay algunos sustos a lo largo del film, pero el clima de terror nunca termina de apropiarse del relato, generando a veces hasta algunas risas involuntarias. Si bien es cierto que pretende jugar más con lo psicológico, termina dando incluso la sensación de que falta sangre.
El film está dirigido por Chris Lofing y Travis Cluff, dos directores jóvenes que hasta esperan la posibilidad de poder realizar la secuela de esta película. Celebro que la gente se anime a filmar, a contar historias, y que utilicen mi género favorito para eso, pero a veces con las ganas no es suficiente. El problema es que en este caso, el resultado es un film aburrido y sin mucha imaginación.