Una villana como antiheroína
Desde ya que se veía venir a kilómetros de distancia que la sutileza y aquel terror gótico de La Huérfana (Orphan, 2009), del realizador catalán Jaume Collet-Serra, desaparecerían en ocasión de su demorada continuación, en este caso una precuela, La Huérfana: El Origen (Orphan: First Kill, 2022), a cargo del norteamericano William Brent Bell, no tanto por la insistente mediocridad del susodicho sino por el simple hecho de que sería fundamental intentar “otra cosa” debido a que la sorpresa de antaño se evaporó, nos referimos a aquella magistral revelación del opus original de que Esther (Isabelle Fuhrman), la dulce huerfanita rusa de nueve años que había adoptado el ingenuo matrimonio de John (Peter Sarsgaard) y Katherine Coleman (Vera Farmiga), en realidad es una mujer llamada Leena Klammer de 33 años proveniente de Estonia que padece hipopituitarismo, un trastorno hormonal que atrofió su crecimiento físico y le provocó un enanismo proporcional al punto de que le sirvió de camuflaje para cometer robos y la friolera de siete asesinatos probados, incluida toda la familia previa que la adoptó mientras simulaba ser una niñita. La decisión del mainstream yanqui de viajar hacia el pasado tiene que ver con el desenlace del estupendo trabajo de Collet-Serra, cuando el personaje de Farmiga mataba a Esther/ Leena, dejándole todo servido a los productores de turno para que retomen la fase iniciática del derrotero psicótico de la ninfa haciendo énfasis en esa parentela aludida en la obra del 2009, aquella que le regala la falsa identidad desde el vamos, los Albright, unos ricachones del Estado de Connecticut que denunciaron la desaparición de la tal Esther Albright cuatro años atrás.
El vuelco del guión de David Coggeshall, basado a su vez en una trama original de Alex Mace y David Leslie Johnson-McGoldrick, aquellos responsables de la historia del convite original, está orientado hacia lo camp tácito/ no explícito y una conjunción en cuanto al tono general entre el cine de terror ochentoso y las faenas de la Hammer Productions, amén de recurrir a latiguillos infaltables del ecosistema de las secuelas como por ejemplo deslizar el foco de interés desde las víctimas, los burguesitos de turno que tienen la desafortunada suerte de cruzarse con la señorita, hacia la propia estafadora, homicida y experta en la manipulación, o el ardid narrativo de reconvertirla en una especie de antiheroína a fuerza de situar a su alrededor personajes repugnantes en serio que por supuesto son los privilegiados blancos promedio que se piensan que pueden salir impunes de cualquier cosa, secundarios que sirven para comparar la soberbia del clasismo contemporáneo con la eterna gesta de supervivencia de la “no mocosa” -a la que hoy acompañamos en cada uno de sus pasos- en pos de no ser descubierta, arrestada y aquí hasta asesinada en plan de tapar evidencia de crímenes anteriores. Leena arranca la historia estando confinada a un instituto psiquiátrico de Estonia en 2007 y logrando escapar del lugar para pronto hacerse pasar en Rusia por Esther, cuya foto como desaparecida está on line. Los progenitores de la nena son Tricia (Julia Stiles) y el pintor Allen Albright (Rossif Sutherland, hijo de Donald), una pareja que asimismo tiene otro hijo, el adolescente Gunnar (Matthew Finlan), y que la acepta como su hija perdida sin demasiadas preguntas dentro de su bella mansión en Darien, Connecticut.
La Huérfana: El Origen es más exagerada e incoherente que la epopeya previa aunque igual de entretenida y dinámica, proeza que no es menor porque el modesto suspenso se mantiene en todo momento y supera escollos como el detalle de que las autoridades rusas y norteamericanas jamás se molestan en tomarle las huellas a la chiflada para comprobar su identidad hasta que finalmente lo hace -y para colmo a escondidas- el que fuera el detective encargado de encontrar a la purreta perdida, Donnan (Hiro Kanagawa), el cual termina acuchillado y con balazos luego de robar un disco de vinilo de The Glory of Love (1964), de Jimmy Durante, que fue toqueteado por la muchacha. Es a partir de esta secuencia, la del asesinato del oficial asiático, que el film se pone mucho más interesante porque abandona el recurso de duplicar el periplo del primer film en formato de slasher para abrazar, en cambio, un desvarío sutil pero bastante socarrón -considerando el nivel mojigato/ pulcro/ conservador estándar del cine actual- a través de la rauda demonización de Tricia y de su vástago mayor, ambos cómplices en eso de hacer desaparecer el cadáver de la verdadera Esther después de que el segundo la matase en un arrebato sádico en circunstancias nunca aclaradas del todo. Así como la realización retoma el trasfondo pedófilo e incestuoso de antaño, hoy nuevamente mediante la fascinación de Leena con el macho de la casa, Allen, en esta ocasión resulta bienvenida la idea de convertir a Tricia en una arpía que le refriega en la cara a Klammer que ella sí puede tener sexo con el hombre y al púber en un engendro que la discrimina por su enfermedad y su quid de inmigrante, fugitiva y paciente mental.
Vale aclarar que si la faena llega a buen puerto se debe mucho más a la excelente labor de Fuhrman, la cual viene de la estupenda La Novata (The Novice, 2021), ópera prima de Lauren Hadaway, actriz que es reemplazada en las tomas de espaldas y desde lejos por dos dobles, Kennedy Irwin y Sadie Lee, que al desempeño apenas correcto de Bell, quien junto a su director de fotografía, Karim Hussain, exagera la luminosidad y los filtros nebulosos a lo largo del metraje, herramienta visual -propia de una realidad trastocada- que bien podría haberse relegado a las escenas introductorias en el manicomio de Estonia. Incluso con su inoperancia habitual y falta de ideas a escala discursiva, lo hecho por el realizador en La Huérfana: El Origen, un supuesto especialista en terror que no pasa del nivel de los otros mercenarios sin talento detrás de cámaras de hoy en día, le alcanza para empardar a la que hasta este momento había sido la única propuesta digna de toda su trayectoria, El Niño (The Boy, 2016), ya que el resto de su producción artística deja bastante que desear, recordemos las lamentables Sobreviviendo (Stay Alive, 2006), Con el Diablo Adentro (The Devil Inside, 2012), Inhumano: La Leyenda Renace (Wer, 2013), Brahms: El Niño II (Brahms: The Boy II, 2020) y Oscura Separación (Separation, 2021), un bodrio más insufrible que el otro. Se hace muy evidente que el perfil alto del opus que nos ocupa -y las expectativas acumuladas por los trece años transcurridos- obligaron a los involucrados a no decepcionar al público y construir un producto ameno que por supuesto no consigue sustituir la sorpresa del pasado con la sorpresa del presente aunque por lo menos se esmera y sabe delirar con elegancia…