Esquizofrenia y humanismo
Finalmente ha llegado el film que viene a confirmar algunos rasgos de estilo en lo que respecta a las adaptaciones hollywoodenses de las novelas de la norteamericana Stephenie Meyer, máxima responsable de la saga Crepúsculo (Twilight). La industria ha creado un patrón artístico destinado al mercado adolescente en el que reproduce un “ABC rosa” sustentado en conflictos amorosos entrecruzados, un elenco de veinteañeros carilindos, un poco de acción esporádica, el misticismo reglamentario de cotillón, efectos visuales bastante modestos y un sinfín de devaneos verbales que a veces caen en la comedia liviana.
La Huésped (The Host, 2013) ofrece la versión en clave de ciencia ficción del “paquete estándar”, lo que genera algunas modificaciones/ novedades en cuanto al producto resultante: respetando la estructura primordial de La Invasión de los Usurpadores de Cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956), vinculada a una avanzada alienígena de índole parasitaria que nos fagocita de a poco, hoy son los hombres quienes viven ocultos de una mayoría que los niega y/ o persigue (a diferencia de los vampiros y los licántropos de ayer que se mantenían en un exilio autoimpuesto símil señores feudales en decadencia).
Sin lugar a dudas lo más curioso del convite pasa por la adición al triángulo sentimental clásico de una cuarta pata… aunque las dos chicas involucradas cohabitan en el mismo cuerpo. Específicamente hablamos de la anatomía de la bella Saoirse Ronan, señorita que aglutina a Wanda, una invasora de corazón sensible, y a Melanie, miembro de lo que subsiste de la resistencia. Así las cosas, la situación se resuelve a nivel formal con la consabida economía de recursos de las traslaciones a la pantalla grande de las obras de Meyer, léase a través de parlamentos en los que ambos personajes se disputan el accionar.
El realizador neozelandés Andrew Niccol retoma la estética pop minimalista de la interesante Gattaca (1997) y las fallidas Simone (2002) y El Precio del Mañana (In Time, 2011), a la vez que construye una propuesta despojada que alcanza dignamente sus objetivos balanceando con sencillez la esquizofrenia de la protagonista y un humanismo sincero de aire romanticón. Aquí el cristianismo new wave persiste bajo el ropaje de un mesianismo que aparece empardado con el “camino del héroe”, en este caso la senda que atraviesa el “forastero” del momento, una entidad ancestral semejante a un panadero…