Durmiendo con el enemigo
“Todas las cosas son igualmente dignas de consideración, Platón y Elvis Presley pertenecen de igual modo a la historia.” Pietro Citati.
No soy un conservador amargado ni un progresista en tensión, así que no me despeinan los, así llamados, fenómenos de masas. Ni me indignan, ni me encantan. Uno de los grandes problemas de la cultura consumista en la que vivimos, es la persecución obsesiva y compulsiva por lo nuevo. El periodismo, que apoya y promueve esta maquinaria suicida, ha engendrado un público sin memoria, incapaz de analizar un fenómeno de masas con toda la complejidad que representa, reduciendo la problemática a una opinión a favor o en contra y listo. Así es como Harry Potter es lo peor y lo mejor que le pasó a la literatura popular, hasta que una nueva saga reemplaza a la anterior. Es decir, nunca se profundiza en las razones específicas y estructurales por las que una obra funciona en un contexto específico. No se profundiza en la trama, en las posibles lecturas que pueden realizarse, en el alcance y dimensiones semiológicas y en el trasfondo discursivo cargado de “valores éticos al uso” que se esconden detrás de una obra narrativa masiva. Simplemente, se ama o se odia y después se olvida, como se olvida todo.
Importa menos que el asunto nos irrite o nos encante, como el hecho de que nos sorprendemos por el último fenómeno de masas, como si fuera algo inédito o insólito y así es como evidenciamos nuestra pereza intelectual y nuestro corto alcance.
El asunto es tan grave que, de alguna manera es como si los cómics de Milton Caniff jamás hubieran existido.
Ni hablar de Ponson du Terrail.
O de Fantomas.
Sin embargo, existieron. Y los fenómenos de literatura masiva existen desde siempre y las reflexiones que algunos semiólogos han hecho al respecto (Umberto Eco, Oscar Steimberg) suelen ser agudas y acertadas. Lo que nos restaría sería prestarles debida atención y dejar de reproducir, como intelectualoides zaheridos, la pantomima del esnobista indignado.
No pretendo hacer una apología de la literatura masiva. Lo que pretendo es que deje de reducirse todo el asunto a una discusión inicua, como todas las discusiones que buscan una adhesión a un modelo que nunca es (ni puede ser) estable o fijo. El fanatismo es producto de un mito construido con inteligencia mercantil. La literatura masiva prohija fanáticos que están a favor o en contra, que funcionan como las dos caras de una misma moneda.
Antes que discutir si Games of Thrones es un gran libro u otro producto del mercado, deberíamos preguntarnos cómo es posible que los mitos aún tengan tanta influencia y permanencia en la sociedad actual.
Si Stephane Meyer es sólo una escritora de moda o de verdadero talento, me parece una discusión menos interesante que el hecho de que aún es posible reproducir modelos narrativos arquetípicos cuya antigüedad y mínima variación, permiten pensar que el intelecto del ciudadano promedio varía poco y nada, si es que varía. Y si esto es así, ¿por qué es así?
La discusión más interesante es, claramente, esa. Aunque nadie discute por qué estamos dispuestos a dejarnos sorprender por historias que ya fueron contadas mil veces, más o menos de la misma manera. En su lugar, seguimos sosteniendo las mismas discusiones estúpidas, sobre los mismos temas de siempre.
El fanatismo es siempre un error, pues anula la capacidad crítica. Los que promueven y alimentan el fanatismo, contribuyen a un tipo particular de depauperación de todo aprendizaje posible.
Oh, fanáticas de Stephene Meyerque no tienen ni idea de quién es Anne Rice, Oh, esnobistas resentidos e intransigentes, que no están dispuestos a tomarse la molestia de reflexionar medio minuto antes de emitir la opinión que ya tienen formada.
La huésped es una película con aciertos y desaciertos. No he leído lo que la crítica opina sobre ella, pero ya lo sé. La amarán y la odiarán y la mayoría sólo repetirá las mismas trivialidades de siempre, que no se pronuncian ni a favor, ni en contra. Lo cierto es que no podemos esperar ni pretender otra cosa y que así es como funciona la maquinaria.
Por otra parte, la película no es original y sus mejores aciertos remiten a otras películas. Desde The body snatchers hasta Being John Malkovich. Desde luego, si lo mejor de una película es que remite a otras películas, entonces sus méritos son discutibles. No obstante, vale la pena verla. ¿Por qué? Porque la lucha por la originalidad es una batalla perdida y suponer que el mérito de una obra es su originalidad, es cometer un error elemental.
¿Cuáles son las variaciones sobre un tema tan trillado como una invasión alien que introduce La huésped? Pocas variaciones, pero relata la misma historia que ya escuchamos mil veces con innegable gracia.
Para empezar, no hay que olvidar que -aunque la película no está orientada específicamente a un público adolescente- los realizadores sabían de antemano que la mayor parte de su público serán adolescentes fanáticos de la saga Crepúsculo. Entonces, hay que ver la molestia que se tomaron en hacer un producto más o menos correcto, cuando podrían haber hecho cualquier estupidez que -de cualquier manera- iba a resultar rentable. Lo que quiero decir es que, cuando ya se sabe de antemano que la jugada será ganadora, la mayoría de los directores/ realizadores no se toman la molestia de poner buena voluntad en el asunto y esta película ha sido hecha con buena fe y esa buena fe se nota. A pesar de ser una película surgida desde el mainstream, para consumo masivo, cuenta con pequeños detalles, sutilezas, que hacen que la transacción que supone el cine de Hollywood se convierta en una transacción honesta.
El mérito, cabe suponer, es de Andrew Niccol, cuya trayectoria debe ser seriamente considerada y revisada.
La huésped es una distopía que cuenta la historia de un mundo perfecto, que es nuestro propio mundo, cuando dejamos que nos invadan y gobiernen un tipo particular de raza alienígena, que se hospeda en nuestros cuerpos. El Planeta Tierra ahora es un lugar agradable, ya no existe el hambre, ni las guerras. Pero tampoco existen los seres humanos.
O casi. En realidad, algunos seres humanos se niegan a ser “invadidos” y se rebelan contra el “monstruo” que habita dentro de ellos mismos.
Entre paréntesis, el golpe de timón que supone que el monstruo no esté afuera, sino dentro de cada uno, es un golpe de timón valioso (dije valioso y no novedoso).
La protagonista, obviamente, es una “rebelde” que no deja que el alienígena que habita dentro suyo acabe por poseerla por completo y lucha consigo misma, para no sucumbir ante la invasión alien. Salvaguardando, así, su vida y la de los pocos humanos que no han sido colonizados y que viven en un refugio bajo tierra
Todo muy lindo. No es que yo sea un obsesivo y vea la influencia de Philip Dickpor todos lados, pero cualquiera que conozca la obra dePhilip Dick sabe que Gattaca (la ópera prima deAndrew Niccol) le debe mucho, mucho a la imaginería de Philip Dick. Ya que estamos, hay que decir que Andrew Niccol también fue guionista de Truman Show, que muchos consideran, directamente, una adaptación libre de El tiempo doblado. En fin, que la influencia de Philip Dick sobre Andrew Niccolno es agarrada de los pelos.
La teoría del cerebro escindido es totalmente Dickeana. La pregunta que constantemente se hacen los humanos (y los aliens) respecto a qué es exactamente ser humano, es totalmente Dickeana, ni hablar de que viven en un refugio bajo tierra, viviendo una realidad paralela a la realidad cotidiana. ¿Alguien leyó La penúltima verdad?
En algún momento, los rebeldes tienen que tomar una decisión y alguien le dice al jefe que han votado y la mayoría está de acuerdo en tal cosa. El jefe les responde que no viven en una democracia y que es él quien toma las decisiones.
La película está atravesada de momentos así, detalles que hacen a las delicias de quien mira prestando debida atención.
Finalmente, hay que decir que toda la película es poco creíble, totalmente irreal, impostada. No obstante, eso no me parece un desacierto. El hecho de que todos sean tan rubios y lindos y que todas las decisiones pasionales y éticas que se toman sean tan estúpidas y falsas, no hace más que confirmar la sensación de que estamos viendo una película irreal, que no pretende ser un ensayo de una alternativa posible, sino una pura construcción.
Para disfrutarla, simplemente hace falta que sepamos previamente que lo que vamos a ver no pretende ser realista, ni siquiera convincente. No es más que una fantasía y una historia de amor enrevesada y, como tal, es capaz de llegar a momentos caóticos en sus planteamientos teóricos que rozan la genialidad absoluta. Plantear cuestiones como la infidelidad en un cuerpo con dos mentes es una idea brillante.
Como coda final, aprovechando que me están leyendo, quiero mencionar la brillante actuación de Saoirse Ronan, que también protagonizó esa obra maestra incomprendida que fue Hanna, que algún día se convertirá en la obra de culto en la que merece convertirse.
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