El film de Martin Scorsese tributa un homenaje maravilloso al séptimo arte a la vez que deleita con el uso de la tecnología 3D a todas las edades
El cine tiene la maravillosa cualidad de dejarnos pasar a un mundo otro. Sí, esto es un ya sabido. Pero ¿quién no atravesó el umbral de una sala de cine para olvidar al menos por 120 minutos la desastrosa vida real que le tocaba vivir? La maravillosa maquinaria cinematográfica desde su comienzo ha hecho vibrar a los más variopintos espectadores porque puede hacerlo todo realidad. Y allí radica el homenaje que el gran Martin Scorsese, le tributa a un Arte del que conoce mucho.
La historia tiene visos de cuento inglés del XIX. Hugo, pequeño huérfano vive escondido detrás de los relojes de la estación, su vida consiste en espiar y en buscar de modo denodado una pieza que le permita armar una suerte de robot que su padre le legó sin terminar antes de morir.
Basada en el libro homónimo de Brian Selznick y guionada por John Logan, La invención de Hugo Cabret alcanza momentos notables porque como historia es sólida (aún en su extensa duración: 126 minutos) y por que la tecnología 3D está puesta a disposición de hacernos soñar, ampliando la profundidad de campo y llevándonos de viaje junto a Hugo en hermosos recorridos. Es París, 1931, es la magia del cine la que se homenajea a través de una historia repleta de recovecos porque todas las estaciones albergan historias, magias y miserias, que permiten que el director de Taxi Driver o Buenos Muchachos, nos inunde de poesía cuando pensábamos que no era posible. A la mano firme de Scorsese hay que sumarle las tareas brillantes de Asa Butterfield, como Hugo, Ben Kingsley como el maravilloso George Mèliés, Chloë Grace Moretz como la compañera de aventuras y nieta huérfana también, del juguetero gruñón y mágico que guarda celosamente su secreto de historias de cine y Sacha Baron Cohen como el vigilante fatídico de la estación, entre otros.
Lo cierto es que La invención es mucho más que una historia, es un homenaje al cine, es una recuperación de lo que de coleccionista, en el buen sentido y no en el decadentista, tiene Scorsese y además es un film en el que la magia del cine se despliega de un modo conmovedor y muy logrado. Adiós, por esta vez, a la violencia y el pathos de antaño, y hola a la ventura de la imaginación.