Los mundos paralelos de la mente
Dos agentes federales, en 1954, investigan la desaparición de una paciente del manicomio de Shutter Island. Esto desencadena acontecimientos que deslumbrarán a los distintos personajes hasta el final. Scorsese nos muestra cada detalle de la mente de Teddy Daniels (Leonardo DiCaprio) usando los distintos géneros clásicos “mixados” de la mejor manera.
Nuestro protagonista llega a una isla habitada por psicóticos criminales, psiquíatras sin escrúpulos, guardias de seguridad y viejos recuerdos. Teddy vivirá en carne propia esos recuerdos, algunos de su presencia en la segunda Guerra Mundial, otros sobre la muerte de su esposa y, sin más, algunas alucinaciones de posibles asesinos que recorren el film. Los recuerdos o alucinaciones (no sabemos) del policía son el click que nos sumergen en la materia gris de Daniels. Las apariciones fantasmales de su esposa fallecida (Michelle Williams) atraviesan la película de polo a polo y son la clave a seguir si queremos descubrir qué es lo que pasa en esta isla siniestra.
A veces nos sentimos como si viviéramos en mundos paralelos, en un aquí y ahora, y en un allí y ahora. Es decir, la cabeza nos juega malas pasadas. Ella hace que nos posicionemos en distintos ángulos para llevar acabo nuestros planes. Estos planes son los del agente Daniels. El personaje de Scorsese será nuestro enigma, nuestro karma, su karma. Toda la expedición en Shutter Island dependerá o penderá de qué manera la mente quiera jugar con nosotros (y con él), dentro y fuera de la película.
Martín Scorsese afirmó que mientras leía el guión de Laeta Kalogridis le recordaba a El gabinete del Dr. Caligari. Esta cómo otras películas (El umbral, Memento, y demás films freudianos, psicológicos) o largometrajes sobre cómo llevar a cabo nuestros objetivos o hacia el objetivo último, el final de nuestras vidas, son retomadas en Shutter Island. Puede ocurrir que un espectador despierto descubra en los primeros quince minutos el final de esta historia, sin embargo, la película nos obliga a cambiar nuestro punto de vista minuto a minuto, segundo a segundo. Es más, hasta el último diálogo no sabremos el por qué de cada acontecimiento o cuento (según cómo queramos entender lo que está pasando en la isla) que se narraron en las más de dos horas de Shutter Island. Y con esto remarco diálogo, porque es ahí donde se centrará Scorsese. Hasta hoy, y luego de Bastardos sin gloria, no había visto mejores diálogos, incoherentes y sin sentido, pero que sin los mismos jamás podríamos resolver el caso o la historia: ¿Quién es Teddy Daniels? o ¿Por qué es Teddy Daniels?
Es decir, y concluyendo, Scorsese nos trae hoy un film poseedor de tres puntos imprescindibles: un personaje –el cual hay que descubrir y sabe cómo hay que relatar, de una manera engañosa, lo que pasa a su alrededor-, una historia o mente que contar –porque de eso se trata-, y una película finalizada –es decir, veremos un cine en el cine, sobre el cine, un film que habla sobre si mismo, sobre su director y sobre el cine que lo antecede. Tres cosas que no pueden faltar en una buena realización y, aunque sea un tema ya trasmitido, ya contado desde los comienzos de la cinematografía, el encontrar una nueva forma o un nuevo lugar le da puntos extras al director y su objeto. Por otro lado, es increíble la manipulación que este tiene con sus actores, la imagen, el sonido y el guión, quiero decir, que remarcar el concepto de autoría. Las dos horas y cuarto de duración son pura y exclusivamente de suspenso y terror “a la vieja usanza”. No sabremos qué, quién, cuándo, dónde, por qué y cómo hasta el último minuto de esta materia gris, de este sonámbulo creado por el mismísmo Dr. Caligari. Realmente es ver al doctor haciendo lo que mejor le sale, engañar, y con el engaño, vislumbrar, mostrar de manera tenue los indicios de algo que ya existe, de ese hospital creado por alemanes en la década de los ‘20.