Uno de los últimos estrenos del año es La ley de la jungla, una absurda y efectiva comedia francesa dirigida por Antonin Peretjatko y escrita por Frédéric Ciriez.
Vincent Macaigne interpreta a Marc, un pasante del Ministerio de Normas y Estándares que es enviado a la Guayana Francesa para chequear y aprobar la construcción de una pista de esquí en medio de la selva tropical. Además, antes de irse tiene un pequeño y confuso altercado con el fisco. Una vez en la selva conoce a otra pasante, Tarzan, en este caso de la Oficina Nacional Forestal y, junto a ella, terminan perdidos en medio del hostil y salvaje ambiente.
En la película de Peretjatko suceden cosas todo el tiempo. El humor no da respiro y apuesta al absurdo y lo impredecible. El director demuestra su habilidad para el slapstick y el timing y así va desarrollando una historia a base de chistes que incluso cuando se repiten una, dos, tres veces, siguen funcionando.
Hay lugar para todo en la trama: bichos, armas, canibalismo, afrodisíacos. Claro que detrás de todo eso también el director aprovecha para exponer su crítica al capitalismo y la burocracia.
Las interpretaciones ayudan mucho a que se pueda mantener siempre este tono absurdo y cómico. Macaigne ya ha demostrado que tanto el drama como la comedia le sientan bien, Mathieu Amalric (el supervisor que quiere construir esta pista de esquí) nunca falla y Vimala Pons, en el papel de Tarzan, resulta tan divertida como encantadora de un modo fresco y natural entre tanta artificialidad.
Quizás los momentos más logrados son aquellos que tienen que ver con la burocracia y lo político y quedan algo deslucidos los de la comedia romántica, cuando se le da demasiado lugar a la historia entre los dos protagonistas.