¿Cómo adaptar “La leyenda de Tarzán” a los tiempos que corren? Alcanza con darle una Jane feminista y un sidekick afroamericano fue la respuesta de Hollywood. Un personaje cargado con el potencial trasfondo de temas actuales como el racismo y el imperialismo desde el momento de Edgar Rice Burroughs lo concibió.
Así, el hombre criado por los gorilas, todavía tiene “conversaciones con los animales”, viaja en lianas oscilantes y nos somete a su famoso grito, pero esta versión de la leyenda es tan políticamente correcta, como condescendiente y por momentos absurda. Tarzán lucha contra los animales sin matarlos, es querido por todo el continente y adorado por todos los africanos que conocemos. Y los salva de la amenaza Europea.
La historia comienza cuando conocemos a Lord Greystoke en Londres, donde ha vivido durante años con su esposa Jane, una Margot Robbie bien como siempre, una actriz que nació estrella de cine. Él todavía tiene las manos de un hombre que creció corriendo en cuatro patas. El rey Leopoldo de Bélgica ha cerrado el Congo al mundo y está cometiendo atrocidades en nombre de las ganancias que producen las riquezas (marfil, minerales) africanas. Tarzán debe volver “Ya he visto África” Greystoke se queja. “Y hace calor.” Ese es el nivel del guión.
Párrafo aparte merece la actuación de Alexander Skarsgard como el hombre mono, despojado de carisma y química con sus compañeros actores, Skarsgard merodea la película sin expresión alguna, hasta los monos en CGI expresan más emociones que el actor sueco. Sólo nos queda pensar que tal vez el director lo marcó así…
Un enviado estadounidense, sobreviviente de la guerra civil y oportuno comic relief (Samuel L. Jackson) lo convence de unirse a él para una misión de investigación. Jane es la más entusiasta de todos, a pesar de que no está invitada. El hombre de confianza del rey Leopoldo en África, interpretado por Christoph Waltz (haciendo de otro villano bien compuesto), se prepara para secuestrar a Tarzán y entregarlo a un antiguo enemigo (Djimon Hounsou, otra vez con diamantes como en “Blood Diamond”, de 2006 ).
Mientras los flashbacks nos cuentan la historia -ya demasiado familiar- de cómo Tarzán llegó a ser lo que es y cómo conoció a Jane, paseamos por una selva soñada, que incluso en las escenas que capturan un poco de África, se ve falsa y digital. Las avestruces, gorilas, leones, hipopótamos y cocodrilos digitales hacen la película muy segura para el elenco pero para los espectadores nunca se ven reales.
No se puede hacer una declaración audaz o película de acción emocionante cuando cada cuadro está lleno de miedo atroz de ofender a alguien, de alterar los derechos de los animales, o de dar al público un Tarzán irreconocible. El resultado es una “leyenda” que se siente moderna, y moderna en este contexto significa ser víctima de la mediocridad del cine comercial del Hollywood actual.