La Llegada, la nueva película de Dennis Villeneuve es una de ciencia ficción alejada de los facilismos, la acción y los efectos especiales a los que acostumbra Hollywood para contar un cuentito sobre la importancia de la comunicación para entenderse y entendernos.
Louise Banks es una importante lingüista, la mejor del mundo dicen, abocada a una vida rutinaria y solitaria como profesora. Un prólogo nos la muestra sufriendo la pérdida de su hija a través de una enfermedad terminal, y este aspecto en la historia de su vida (por cierto así se llama el relato en el que está basada la película, Historia de mi vida de Ted Chiang) aparecerá y desaparecerá a lo largo del relato varias veces, sin en un principio tener una clara razón de estar en una trama que parece centrarse en otra cosa.
Cuando doce naves aterrizan en simultáneo en doce partes diferentes del planeta y una de ellas en Estados Unidos, los gobiernos de cada uno de esos países intentan saber por y para qué vinieron acá. Louise es convocada por el coronel Weber junto a otro científico, el físico y teórico Ian Donnelly. Tras un primer encuentro precedido por el miedo y la fascinación que a ambos les genera la idea de estar frente a estos seres de otro planeta, ella va logrando de a poco interactuar y comprender su peculiar lenguaje. Pero el tiempo corre, el mundo necesita respuestas y si no las consigue, el miedo a lo desconocido puede derivar en situaciones mucho peor.
¿Cuándo empieza o termina algo? ¿Cómo distinguir comienzos de finales, si a veces uno está tan atado a otro? Por eso, para Louis no hay comienzos y finales, y con esta misma idea, Villeneuve narra su historia a través de líneas alternadas, yendo y viniendo entre tiempos que sólo al final terminan de revelarse. Aquello que podría sonar tramposo, y sobre lo que no conviene adelantar, es acá trabajado con mucha coherencia.
La película recuerda inevitablemente a Interstellar, más que nada por su juego con las dimensiones del tiempo y el espacio. Pero allí donde la ambiciosa película de Nolan fallaba con un guión al que se le veían todos los hilos y la nula capacidad para crear relaciones genuinas entre sus personajes, en La llegada todo está puesto con suma precisión para lograr una película impredecible pero siempre creíble aun en su arriesgada narrativa.
La fotografía de Bradford Young y la banda sonora (con On the nature of daylight de Max Richter sonando tanto al principio como al final, y la música original de Jóhann Jóhannsson) ayudan a crear una atmósfera de misterio opresiva y densa, que funciona un poco en contraste al tono del relato, más intimista. Porque así como la película se centra principalmente en el modo en que Louise logra relacionarse con los alienígenas y no en un retrato masivo, La llegada es ante todo un drama. Por eso no necesita grandes escenas de acción ni efectos especiales, sino simplemente mostrar la interacción entre dos seres que provienen de distintos lugares y que luchan por entenderse. Es el viaje personal y emocional de Louis el eje de la película.
Amy Adams entrega una hermosa interpretación como Louise, cargada de emociones pero siempre desde un lado contenido, sutil. Forest Whitaker y Jeremy Renner no desentonan pero es ella la luz principal del film. Es quien aporta calidez al relato.
La llegada es una película que quiere abarcar muchos temas pero lo hace con precisión y así se aleja incluso de algunas de las obras anteriores de Villeneuve que en algún momento se sentían algo pretensiosas. Acá, más allá de lo complejo del relato, lo abstracto del lenguaje que estudia su protagonista, estamos ante un film accesible, emocionante y, más allá de su ritmo pausado, atrapante.