La boutique de la corrupción argentina.
Y finalmente alguien hizo un documental sobre la masacre de República Cromañón, y por suerte la experiencia resulta satisfactoria porque logra invocar tanto la memoria colectiva como el recorrido concreto en pos de justicia por parte de los familiares de las víctimas, un trajín que ya lleva más de una década de idas y vueltas. La ópera prima de Mayra Bottero utiliza con sensatez el armazón expositivo para analizar las consecuencias sociales, institucionales y personales que dejó el incendio del local nocturno de la calle Bartolomé Mitre, el 30 de diciembre de 2004, en esencia una catástrofe producto de esa típica cadena de negligencia, alienación y deshonestidad que caracterizan desde siempre a nuestro país.
A través de un cúmulo de planos poéticos de variada índole, mucho material de archivo, registros de marchas/ actos y entrevistas a los sobrevivientes, sus allegados y los referentes de las distintas agrupaciones que surgieron en torno al reclamo en contra de la impunidad, un fantasma que estuvo -y sigue estando- sobre el horizonte, La Lluvia es También no Verte (2014) asume con éxito la responsabilidad de dar voz a los protagonistas del evento y asignar sentido a un episodio en el que se combinaron los diferentes estratos de la locura, inoperancia, idiotez y corrupción de la Argentina, otra de las tantas naciones del Tercer Mundo que parecen condenadas a repetir sus errores gracias a la demagogia y el egoísmo.
Recordemos que el siniestro generó 194 muertos, unos 700 heridos y miles de afectados de manera directa o indirecta, amén de que Cromañón estaba habilitado para 1031 personas cuando dentro había más de 4500. El caso judicial en particular se presenta bajo la forma de alegorías, listados sobreimpresos en las imágenes, segmentos de noticieros televisivos y testimonios de los involucrados, convirtiendo a la película en una buena puerta de entrada para comprender un desastre que puso de relieve la connivencia entre los organismos de control, la policía, los bomberos, los capitalistas del espectáculo, los artistas y un público que en su mayoría celebraba el despropósito de las bengalas y la “futbolización” del rock.
De hecho, considerando las sentencias irrisorias que recibieron los responsables y las pocas modificaciones en el esquema normativo para habilitaciones, quizás el único efecto positivo que dejó Cromañón haya sido el destruir de cuajo esa cultura de consumo -seudo musical- vinculada a la competencia entre bandas, la estupidez acrítica y “el aguante” mediante la apología de un ideario marginal que casi nunca era tal y que para colmo giraba alrededor de artistas mezquinos, iletrados y manipuladores (Callejeros fue un ejemplo paradigmático en este sentido, con una carrera patética armada a caballo de fagocitar oportunamente a parte del público que quedó vacante gracias al final de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota).
Un inconveniente que arrastra La Lluvia es También no Verte, a lo largo de todo su metraje, es la andanada de soliloquios de tono mesiánico y/ o lírico vía locuciones en off de la directora, similares a la ingenuidad de barricada de los documentales militantes argentinos de los 70 o sus homólogos de la primavera democrática de los 80. Sin embargo la obra logra construir una mirada abarcadora de la muerte masiva, las crisis y sus subproductos, sostenida en especial en la perspicacia de las palabras de algunos entrevistados y el poderío de las imágenes captadas. Más allá de la mediocridad de los servicios asistenciales y el sistema judicial, aquí aparecen en primer plano los frutos de la corrupción y la ignorancia…