Esta es la historia de Virgil, un subastador que es especialista en arte. En cuestión de segundos puede descubrir a una obra de arte por más escondida que esté y puede diferenciar la copia del original.
Para esto, dice, busca ese trazo o esa distinción que habla de quién pinta, porque en determinado momento de la ejecución de la copia, el artista mismo se traiciona por la necesidad de dejar su marca.
Virgil un día será llamado por Claire, una heredera que vive de escribir libros de literatura muy básica y comercial con un seudónimo pero que sufre de Agorafobia. Mientras él va a intentar hacer jugarretas para tomar o dejar algunos objetos de la colección, él que no tiene experiencia con las mujeres se verá profundamente interesado en esa mujer que no ve. A la única a la que no puede ponerle un rostro.
Cuando pueda, él tampoco podrá salir. Escrita y dirigida por Giuseppe Tornatore (sí, el mismo que nos emocionó a más no poder con Nouvo Cinema Paradiso), la historia va avanzando con paso cansino, más cerca de la esencia del cine europeo que lo que le pediría el sello Warner y con una música monumental de la mano del incomparable Morricone.
El reparto tiene a dos pesos pesados de siempre: Geoffrey Rush y Donald Sutherland a los que se suma Jim Sturgess. Pero en donde suma realmente es en cómo usa a este genial elenco. El rol de Rush lleva adelante a toda la película cuando vemos sus mañas, sus modales y su necesidad de apreciar lo realmente bello.
Como si esto fuera poco, el hombre es uno de los subastadores estrella y con esto le resulta muy sencillo obtener pinturas a precio de copia junto con un comprador amigo. Todo esto va a parar a una sala especial que está escondida en la que sólo hay retratos.
Es un hombre obsesionado con los rostros pero no con los espejos. Rush se toma el tiempo para responder, mastica las palabras y mide cada uno de sus movimientos y se vuelve una entidad en pantalla. Sutherland tiene pinceladas, pero es imposible que este hombre pase desapercibido en pantalla. De todas maneras su papel, el de Billy, tiene ese rol de mano derecha y fidelidad ante todo a Virgil.
Es un artista que jamás tuvo valor alguno, pero estar cerca de obras de arte y de él, le dan cierto aura del original. O al menos así lo piensa. Jim Sturgess (el de Across the Universe) hace de un pícaro seductor que puede conseguir que las mujeres hagan cualquier cosa.
Si a eso sumamos su capacidad de arreglar cualquier sistema de engranajes o inventos en su taller y su conocimiento de historia, se convertirá en el consejero de Virgil cuando él se obsesione con Claire.
Claire es la adorable Sylvia Hoeks que termina de cerrar esa fórmula siempre a mano de la mujer que sólo sirve para poner en problemas al hombre. Y con esa cara inolvidable parece el ser más asustado del mundo.
Un guión metódico que va desarrollándose casi como una sinfonía y diría que la música es el cuarto protagonista. Un thriller que no tiene sobresaltos pero tampoco tiene fallas. Sin duda, la atesorarán los amantes del género.