A un semejante.
Hace rato que no nos topábamos con una película ambiciosa disfrazada de sencilla, lo que de por sí constituye toda una anomalía si pensamos que el patrón estándar en el mainstream norteamericano -y en buena parte de la fauna cinematográfica internacional- es precisamente el contrario, el centrado en unos ropajes resplandecientes que disimulan con torpeza la oquedad de siempre. Vale aclarar que cuando hablamos de “ropajes” se pretende abarcar tanto el apartado visual y la colección de estrellas de turno como el espamento publicitario al que nos tienen acostumbrados las distribuidoras, tres ítems que por lo general enmascaran la falta de ideas y/ o criterio al momento de redondear la premisa en cuestión.
Ahora bien, si nos sinceramos La Mirada del Amor (The Face of Love, 2013) hace gala de una fotografía preciosista y un dúo protagónico de renombre, nada menos que Annette Bening y Ed Harris (tampoco podemos obviar una de las últimas participaciones del recientemente desaparecido Robin Williams), no obstante el convite se las ingenia para sacarle todo el jugo posible al recurso narrativo/ conceptual del doppelgänger. Utilizando el trasfondo de los melodramas más delicados, el film administra con paciencia una serie de capas hasta finalmente revelar sus verdaderos ejes, la vejez y la dialéctica de la pérdida, dos tópicos cada vez menos frecuentes en un Hollywood dedicado al procesamiento de sebo.
La trama nos presenta el duelo de Nikki Lostrom (Bening), una mujer que no puede superar la muerte de su marido Garret (Harris). Así las cosas, un buen día descubre a Tom, un profesor de pintura idéntico a su esposo, con quien comenzará a tomar clases particulares que derivarán en una relación no del todo franca y a escondidas de su hija, sus amigos y cualquiera que podría “percatarse” de las semejanzas físicas. Durante los primeros minutos de metraje el tono lacónico evoca sutilmente al Woody Allen en modalidad bergmaniana, sin embargo el relato pronto se vuelca hacia una exégesis rosa de Vertigo (1958), aunque sin el típico suspenso y con algunos cuestionamientos existenciales símil Solaris (1972).
Bien lejos de los callejones sin salida surrealistas de El Hombre Duplicado (Enemy, 2013) o la sátira mordaz de The Double (2013), el opus de Arie Posin evita facilismos vinculados a la ciencia ficción como la reencarnación, el desdoblamiento genético o un álter ego materializado, y profundiza en las implicancias concretas del acto psicológico de trasladar el cariño que se tuvo -y se tiene- hacia una determinada pareja a otra persona que despierta tal o cual recuerdo. Más allá de acarrear varios clichés de las tragedias románticas y un guión pulcro pero sin demasiadas sorpresas, La Mirada del Amor nos devuelve la mejor versión de Bening y Harris, dos profesionales maravillosos que enaltecen a la propuesta…