“Todos tenemos un doble en algún lugar del mundo”, asegura Roger, el personaje interpretado por un Robin Williams contenido y sutil. De esta premisa parte el melodrama que tiene en el centro a dos personajes protagonizados por Annette Bening y Ed Harris.
En él, Bening es una mujer que perdió a su marido ahogado la noche en que celebraban su 30° aniversario y aún cinco años después de su partida sigue teniéndolo presente en cada momento de su vida, creyendo verlo… hasta que realmente aparece alguien idéntico. Claro, hablamos entonces de dos personajes (uno aparece en los necesarios flashbacks) interpretados por Ed Harris.
Estos dos actores de semejante talla (ambos nominados curiosamente la misma cantidad de veces a los Oscars, cuatro, pero aún con sus manos vacías) son el motivo principal para mirar esta película que tiene sus mejores momentos cuando retrata simplemente el amor entre dos personas adultas, que han pasado cada una por muchas cosas pero siguen buscando enamorarse, aunque no sea más que de una imagen conocida o de un compañero al que no terminan de entender.
Lamentablemente, el toque de misterio y algunos golpes bajos hacen de esta película algo parecido a una versión más madura (incluso en calidad, en realidad ya me estoy sintiendo mal de compararlas) de una historia de Nicholas Sparks.
A favor podríamos decir que si bien es un drama la película, salvo en sus momentos claves, no apuesta al dramón barato y a la lágrima fácil. Además está filmada de un modo muy correcto y elegante. Y la música original ayuda a que la película apueste más al misterio que al género romántico en gran parte de la duración.
Bening está muy bien como esta mujer que al principio no sabe cómo reaccionar ante lo atemorizante de estar ante la viva imagen de su marido fallecido, haciendo de este hombre algo mucho más grande que el recuerdo de alguien que perdió, la falsa sensación de que lo está recuperando.
Y Harris está adorable como un hombre que por fin cree estar enamorado del modo en que tiene que ser, con esa sensación de opresión en el pecho, y que quiere estar con esta mujer que ama más allá de sus crisis, hasta que en algún momento el conflicto aflorará en su máxima expresión.
El final se torna predecible, Robin Willians no está lo suficientemente aprovechado, lo que es una pena, aunque Jess Weixler logra lucirse en el papel de la hija.
Resumiendo, "La mirada del amor" es algo más que un mero melodrama romántico, pero más allá de las claras referencias a "Vertigo" de Hitchcock, (entre otras películas), su insistencia por un final previsible y una historia que podría haber sido más jugada, una propuesta osada, no es más que un film decente que al menos permite hacer brillar a sus dos protagonistas, especialmente a Harris, a quien no solemos ver en este tipo de personajes.