Llega a las carteleras la adaptación cinematográfica de la novela de Romina Paula, Agosto. Fernando Salem dirige la historia de un duelo y un reencuentro con una misma.
“Algo como que quieren esparcir tus cenizas. Algo como que quieren esparcirte”, son las primeras líneas de la segunda novela de Romina Paula. En Agosto, ella escribe a través de la voz de su protagonista que le habla a su amiga muerta. Esa amiga, unos años después de su muerte, la “llama” cuando se cumple un plazo determinado con su cadáver y la familia elige cremarla.
En la película que Salem escribe junto a Esteban Garelli, Emilia lleva una vida tranquila y apática. En su trabajo, donde se desempeña como psiquiatra, y en el departamento minúsculo en el que vive con su novio. La Emilia de la película de Fernando Salem no habla demasiado, como si toda esa verborragia que escribe Paula en la novela (un largo monólogo, al fin y al cabo) la llevase contenida.
Cuando los padres de su amiga, con quien fue muy cercana y por lo tanto es casi como de la familia, la invitan a quedarse unos días en ese pueblo de la Patagonia mientras deciden qué hacer con las cenizas, se reencuentra con fantasmas del pasado: su amiga muerta, que la acompaña todo el tiempo con una presencia casi tangible; su padre, con una familia nueva a la que ella ni siquiera conoce; y un antiguo amor, al que se lo encuentra casado y con un hijo y le despierta todas esas inquietudes relacionadas al “qué podría haber sido”.
En este regreso al lugar del que una se fue, se escapó, hay una historia que podrá no ser nada original pero tratada de una manera sensible, sin subrayados, enmarcada con paisajes fríos que terminan de intensificar la sensación de desolación, de pérdida. La música se convierte en otro aporte interesante en este relato intimista.
¿Quién es Emilia? ¿Quién fue? ¿En quién se convirtió? ¿Quién es la Emilia que regresa al final? “Ni irse ni quedarse ni nada, ni estar…”. Como si, a lo mejor, no todos los viajes al comienzo pudiesen ser definitorios, sin que eso signifique que no modifiquen algo. Todas esas indagaciones aparecen acá, quedan dando vueltas.
Antonella Saldicco es la actriz encargada de dar vida a Emilia, esta joven a quien parece que las cosas no tienen el poder de movilizarla demasiado, como si estuviese ya entumecida. A ella la acompaña un elenco notable: Justina Bustos como el fantasma que se materializa, Susana Pampín como esa madre que lidia como puede con esa ausencia, Osmar Nuñez como el hombre que intenta sostener lo que se quebró, Agustín Sullivan como la persona que despertará sentimientos no sólo porque tienen que ver con un pasado en común sino porque la enfrenta con la persona que es actualmente.
La muerte no existe y el amor tampoco es una efectiva adaptación de la novela de Romina Paula, que consigue traspasar las líneas de la escritora a imágenes, sin apelar, como un recurso fácil en especial para un relato que está narrado en segunda persona, a la voz en off. Salem logra transmitir lo que quiere a través de imágenes audiovisuales poderosas. Aunque se toma libertades, consigue ser muy fiel al material y el resultado es un film intimista y sensible sobre la necesidad de dejar ir.