La más reciente producción de El Pampero Cine nos presenta a una mujer (Verónica Llinás) que tan solitaria como silente, vive y sobrevive en una pequeña y precaria choza que construye con chapas, maderas, y demás residuos que encuentra en sus caminatas diarias. Situada en la zona oeste de Gran Buenos Aires -las locaciones transcurren en Moreno y La Reja-, esta protagonista cuenta con ocho o nueve perros como única compañía para afrontar día a día su lejanía de la sociedad, su falta de recursos y bienes económicos, y el por qué de esa vida ermitaña, sin tiempo y sin habla, pero con melancolía.
La película además nos muestra el paso del tiempo en la vida de esta mujer y su agotamiento físico junto al cambio de estaciones: otoño, invierno, primavera y finalmente verano; todo esto se hace prácticamente sin recurrir a diálogos, con el uso del sonido ambiente, o bien los ladridos de su jauría personal. Sin embargo, hacia la mitad del film aparecen algunos personajes secundarios.
Filmada con una estética tanto visual -planos panorámicos- como narrativa similar a Ostende (2011), Laura Citarella ahora co-dirige junto a la propia Verónica Llinás; y construye un relato simple e intimista, que si bien aporta pequeñas situaciones de humor, constantemente se mueve en el terreno de la tristeza y la añoranza, a la vez que presenciamos una relación de amor extremamente puro entre la mujer y sus animales, que se incrementa aún más en el plano final de la película.
Sin dudas La mujer de los perros es un film singular, bello y poético desde lo no dicho que se expresa en los gestos de Llinás, pasando por la maravillosa fotografía, hasta los aportes musicales electrónicos de la siempre genial Juana Molina. Una película que tal vez incomode a los espectadores más clásicos, pero que sin dudas, debe ser vista.