De vez en cuando, el cine argentino ayuda a revertir el desconocimiento y a desarticular los estereotipos que la escuela y la prensa de nuestro país inculcan al servicio de la versión oficial de nuestra Historia. En el transcurso de 2017 contamos dos exponentes de esta acción reparadora: Los Martínez de Hoz de Mariano Aiello, que se estrenó en Buenos Aires a fines de junio, y La muralla criolla de Sebastián Díaz cuyo desembarco en el Gaumont está previsto para el jueves de la semana próxima. Estos films coinciden en retrotraernos al último cuarto del siglo XIX, cuando la clase terrateniente consolida las base de un Estado funcional a los intereses del entonces pujante sector agroexportador. En este marco, definen a la Sociedad Rural como artífice de las políticas económicas –por lo tanto territorial– y exterior implementadas al término del enfrentamiento armado entre unitarios y federales, y de la guerra contra el Paraguay de Francisco Solano López. A diferencia de Los Martínez de Hoz, La muralla criolla aborda un episodio acotado de nuestro pasado: la construcción entre 1876 y 1877 de la fosa de tres metros de ancho por dos metros de profundidad y 700 kilómetros de extensión, que el Presidente Nicolás Avellaneda ordenó por sugerencia de su ministro de Guerra Adolfo Alsina en el sur de la región pampeana. El objetivo era proteger de los malones al ganado que la civilización blanca criaba en los territorios arrebatados a los salvajes originarios. Díaz transforma las entrevistas realizadas a Osvaldo Bayer y a Marcelo Valko en hilo conductor de esta pequeña clase cinematográfica sobre aquella iniciativa gubernamental que precedió la Conquista del Desierto al mando del General Julio Argentino Roca. El realizador platense ilustra las explicaciones de esos y otros investigadores con dibujos animados de Carlos Escudero, con un plano topográfico, con la interpretación actoral –en off– de fragmentos de cartas y demás escritos históricos, con imágenes tomadas en Puan, Carhué, Guaminí, Trenque Lauquen entre otros pueblos prósperos del oeste bonaerense que antes fueron de frontera. Con intención reflexiva, el documentalista contrapone algunas declaraciones de Bayer y Valke sobre la relación entre la llamada Zanja de Alsina y el plan de exterminio que Roca comandó entre 1878 y 1885. De esta manera Díaz se (y nos) pregunta si la obra del ingeniero francés Alfredo Ebelot fue un solución relativamente piadosa para frenar el contraataque aborigen o un prolegómeno necesario para legitimar la barbarie blanca. En un plano secundario, La muralla criolla también cuenta la búsqueda que investigadores y curiosos lugareños emprendieron para identificar los vestigios de la fosa que la naturaleza y el hombre se encargaron de rellenar con el tiempo. De este tramo del largometraje resultan especialmente interesantes el recorrido por el pueblo fantasma San Mauricio y la noción de construcción colectiva de nuestra memoria histórica. A lo largo de la película, la zanja decimonónica se revela como marca territorial de la división económica y cultural entre sedentarismo y nomadismo, producción y pillaje, desarrollo y atraso, futuro y pasado, el bien y el mal. Por su función divisora y discriminatoria, la ocurrencia de Alsina suena a antecedente de la grieta que la prensa imaginó años atrás para explicar la polarización social registrada a partir del lock out patronal del campo contra el primer gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Sin dudas, Díaz también presenta pruebas de que el racismo argentino es un fenómeno muy anterior al desprecio blanco contra los llamados cabecitas negras durante las dos primeras administraciones peronistas. A diferencia de la fosa de Alsina, la aversión contra los pueblos originarios resistió el paso del tiempo y se manifiesta periódicamente, con picos notables cuando nos gobiernan los descendientes de los próceres terratenientes. Desde esta perspectiva, La muralla criolla se estrena en muy buen momento.
Acerca de la idea de Nación construida sobre la división y el enfrentamiento, el cine argentino tiene en Tierra de los Padres de Nicolás Prividera su ejemplo más exasperado: la confrontación de textos escritos por autores argentinos entre mediados del siglo XIX y fines del siglo XX, leídos entre las tumbas del cementerio de la Recoleta, signó una época. - Publicidad - No es que La muralla criolla que se estrena este próximo jueves sea una continuación del documental de Prividera, pero hay en su postura rigurosa y firme en torno a la construcción de la zanja de Alsina, en la década de 1870, una relación con ese relato histórico de lo nacional como la territorialización de la fronteras entre la civilización de la barbarie. Dicotomía central de la historia de la Argentina: “Un foso es poca cosa pero cuando tiene 400 km de largo es respetable, adquiere un nivel casi dramático.” Ese foso sumamente criticado en la época de su construcción parecía ser una utopía fantasmagórica, sin embargo existió, se realizó y no queda rastro de él. El director de La muralla criolla, Sebastián Díaz (Mataperros) es platense. Logra en tan solo 68 minutos, no solamente informar sino interpretar la importante cantidad de materiales de investigación, fotografías, mapas, artículos de periódicos, documentos y cartas de los caciques indígenas, y se da tiempo para intercalar animación en algunas escenas que vuelven al documental más atractivo y curioso. Muy interesante la exploración sobre el terreno que cubre las ciudades de Carhué, Guaminí, Puán y el pueblo fantasma llamado San Mauricio y los testimonios de historiadores locales, que van haciendo de guías frente a los restos de fortines, las plazas y los monumentos de los generales (algunos, dorados, otros multicolores como el de Levalle en Carhue) Las investigaciones sobre la construcción y en ocasiones los mitos en torno a esa “muralla para abajo”, también conocida como la segunda edición de la muralla china, que con sus 400 km partía en dos la provincia de Buenos Aires y que originalmente iba a tener el doble de extensión e iba a extenderse desde el sur de la procvinica de Córdoba hasta Nueva Roma, muy cerca de Bahia Blanca. Junto al foso: una red de telégrafos y fortines completaban la acción de avance sobre lo que Roca denominaba el desierto argentino: “Nuestro plan es contra el desierto para poblarlo. No contra los indios, para destruirlos.” Son muy importantes los testimonios del historiador Marcelo Valko y de Osvaldo Bayer siempre con su lucidez política. Matanza hereda matanza. Genocidio hereda genocidio. Frase muy contundente que lanza la película y que nos puede hacer pensar en los tiempos nuestros, de nuevos y fatídicos muros utópicos. Estreno: 2 de noviembre CineAR Sala Gaumont Av. Rivadavia 1635 y plataforma CineAR Estrenos SALA 1 HORARIOS DE FUNCIONES 14:50 Y 20:10HS
El director Sebastián Díaz trae un relato tan apasionante, como reflexivo, sobre uno de los hitos de la división y polarización radicalizada que en Argentina se han llevado a cabo. Los hechos que llevaron a la creación de la zanja de Alsina, son el disparador de una narración simple y efectiva, que potencia algunas ideas sobre diferencias sociales que se vienen pensando desde hace siglos.
La muralla criolla, de Sebastián Díaz Por Guadi Calvo La muralla criolla en un excelente trabajo de investigación, sobre lo que se conoce históricamente como La Zanja de Alsina, ideada por el entonces ministro de Guerra del presidente Nicolás Avellaneda, Adolfo Alsina, quien pergeño en 1876 la idea defensiva de una zanja de tres metros de ancho y 700 kilómetros de largo, desde Bahía Blanca hasta el sur de Córdoba, con el que se intentaba evitar los famosos malones de las tribus lindantes que solía saquear las poblaciones blancas, que poco a poco iba extendiendo su domino sobre sus ancestrales territorios. Con los testimonios de Osvaldo Bayer, Marcelo Valko y otros historiadores, la ágil cámara de Sebastián Díaz recorre no solo la historia y la razón de La Zanja, sino las razones de ese proyecto y las consecuencias del fracaso que será la génesis de la desgracia argentina: el latifundio. Tras una muerte sospechosa, Alsina será remplazado por Julio Argentino Roca, padre de la espuria oligarquía local, que hasta el día de hoy es factor clave de todos los grandes males del país. Sebastián Díaz construye, con diferentes recursos de la puesta cinematográfica como la entrevista y la animación, un relato claro, preciso y coherente que tendría que ser de visión obligatoria no solo para los jóvenes, sino para muchos argentinos que ignoran porqué las cosas son como son en la Argentina. LA MURALLA CRIOLLA La Muralla Criolla. Argentina, 2017. Dirección, producción, guión e investigación: Sebastián Díaz : Dirección de Fotografía: Manuel Muschong. Sonido directo: Mauro Braga. Ilustraciones y animaciones: Carlos Escudero. Motion Graphics: Juan Martín Fourcaud, Emanuel Di Santi, Sebastián Díaz. Montaje Sebastián Díaz. Testimonios: Osvaldo Bayer, Marcelo Valko, Juan José Estévez, Alberto Orga, Jorgelina Walter, Gastón Partarrieu, Eduardo Hiriart, Armando Nervi. Duración 68 minutos.
Una clase de historia El documental de Sebastián Díaz desentrama uno de los monumentales –y aberrantes- hechos de la historia argentina: la confección de la denominada zanja de Alsina. Obra gigantesca para el año 1876 que tenía como finalidad dividir el país en dos: civilización de barbarie. Una demostración más de los orígenes de la grieta en nuestra sociedad. El problema como siempre es económico: Inglaterra reclama mayor cantidad de materia prima a los estancieros que fundan por esos tiempos La Sociedad Rural. Los estancieros adquieren poder y reclaman al presidente Avellaneda que este les libere los campos de salvajes, entiéndase, extermine a los originarios de las pampas. ¿El motivo? Las vacas comen pasto y el pasto está en el campo, territorio de los indios. El ministro de guerra Alsina piensa en la epopeya: una enorme zanja de 375 kilómetros y dos metros de profundidad que divida el territorio. De un lado la civilización que le da la espalda a Latinoamérica y mira a Europa. Del otro, los denominados salvajes. La idea surge como una estrategia militar: Los estadounidenses derrotaron a los indios Sioux aprovechando los accidentes naturales del territorio. Como en La Pampa no había tales accidentes había que crearlos, dice en documentos Alsina. La muralla criolla (2017), nombre que compara en tiempo y épica a la muralla china, utiliza varios recursos interesantes para abordar su relato. Por un lado los tradicionales especialistas: hablan los destacados historiadores Osvaldo Bayer, autor de “La Patagonia Rebelde”, y Marcelo Valko, historiador y autor de “Pedagogía de la Desmemoria” y “Cazadores de Poder”. Así mismo, la película utiliza imágenes del territorio donde estuvo la zanja que sirve para graficar las voces de los especialistas, y las lecturas de los documentos de la época leídos por actores. A esas imágenes se le agrega la dramatización de algunos hechos mediante animaciones. Recursos lúdicos y atractivos para hacer audiovisual un hecho del que solo se conservan documentos textuales. Otro de los elementos fundamentales es el mapa, utilizado para ubicar geográficamente la zanja en el territorio indígena. En él aparecen historiadores de la zona (Juan José Estevez de Trenque Lauquen, Alberto Orga de América Rivadavia, Jorgelina Walter de Puan, Gastón Partarrieu de Carhué, Eduardo Hiriart de Guaminí, y Armando Nervi también de Puan), buscando arqueológicamente “rastros” de la obra. Los distintos restos de los fortines ayudan a trazar el recorrido. La historia culmina con la temprana muerte de Alsina, envenado tras misteriosas circunstancias. El presidente Avellaneda nombra a Julio Roca para continuar el proyecto. Roca elige importar los rifles americanos para exterminar a los indios locales. “Con cien Remington se soluciona el problema” dice, y culmina el genocidio. Las tierras se reparten entre 1800 familias de estancieros y los indios sobrevivientes, como esclavos. El vacío en el pecho después de los datos históricos obliga a generar conciencia. No hay espectacularidad ni dobles intenciones en este trabajo. La sola enumeración de los acontecimientos golpea en la mandíbula al espectador, ante un pasado tan duro como necesario de conocer, y que deja desgraciadamente, continuidad en el presente. Después de todo y aunque no se vea, la zanja continúa existiendo.
La muralla criolla: cuando la historia va más allá del mapa En los documentales históricos, la calidad del material de archivo es fundamental. Pero aún más importante es cómo se lo organiza para armar un relato que aporte un punto de vista, nuevas ideas y que supere el didactismo con el que suelen toparse este tipo de films. En La muralla criolla, que repasa uno de los proyectos de obra pública más polémicos de la historia argentina, la zanja de Alsina, una gigantesca trinchera excavada en 1876 a lo largo de la pampa a modo de frontera con el territorio indígena, los interesantes testimonios quedan opacados por el machacante uso de la voz en off y la falta de coherencia a la hora de organizar recursos, como las secuencias de animación.
Menos conocida que la “Campaña al desierto” llevada a por Julio Argentino Roca, la construcción de la llamada “zanja de Alsina” fue una verdadera muralla que pretendió dividir al país en los tiempos de la presidencia de Nicolás Avellaneda. Criticada como una verdadera locura por muchos contemporáneos. Esta zanja de 3 metros de ancho por dos de profundidad, mas una muralla interna de un metro y medio de altura, pretendía frenar los malones y el robo de vacas y trazar una línea entre “civilización y barbarie” Lo que plantea el documental de Sebastian Díaz, con testimonios entre los que figuran Osvaldo Bayer y Marcelo Valko es que la campaña de Roca se vio favorecida con las conquistas del gobierno de Avellaneda que anexo zonas fundamentales y con la zanja y los fortines, unidos por el telégrafo, favoreció la fundación de ciudades como Guaminí, Caruhé, Trenque Lauquen y muchas otras. Interesante.
Lo que ahora es grieta, antes era zanja. “En el año 1875 el presidente Nicolás Avellaneda solicita al Ministro de Guerra, Dr. Adolfo Alsina, presentar un plan para terminar con ‘El Problema Indio’. Alsina propone avanzar la frontera bonaerense y defenderla mediante una zanja con un murallón interior con el objetivo de evitar o demorar el paso de los arreos. Un millar de operarios cavan durante un año 375 kilómetros de zanja.” Con este texto breve y didáctico comienza La muralla criolla, documental de Sebastián Díaz que va en busca de los vestigios de la llamada Zanja de Alsina, uno de los más interesantes, absurdos y poco divulgados episodios de la Historia argentina. Excluido de los programas de estudio, es sin embargo uno de los hechos que con mayor elocuencia expone el modelo político sobre el que se edificó este país. Y además se presta para un juego simbólico que es posible transportar hasta la actualidad. Porque así como aquel proyecto de Alsina se proponía dividir en dos a la Argentina de manera literal, resguardando de un lado a la civilización y excluyendo del otro a la barbarie, hoy quizá sea la misma lógica la que se utiliza para llamar grieta a lo que entonces se denominaba zanja. Esa zanja –que la historia oficial disimuló durante más de un siglo detrás de la mucho más eficaz (y cruel) Conquista del Desierto que poco después comandó Julio A. Roca, sucesor de Alsina en el Ministerio de Guerra– fue la obra pública más grande que el estado nacional planeó llevar a cabo durante el siglo XIX. Así lo afirma el historiador Marcelo Valko, una de las dos cabezas parlantes que guían el documental. La otra es la de Osvaldo Bayer, una fija en cuanto documental se realiza para denunciar los crímenes cometidos contra los pueblos que originalmente ocupaban esas tierras arrebatadas y luego distribuidas entre las familias de la Sociedad Rural. Para apoyar su relato central, La muralla criolla recorre las ciudades fundadas en torno a los fortines instalados para defender esa nueva frontera instaurada por la fuerza. Para ello cuenta con ayuda de historiadores locales, que aportan datos sobre el origen de sus propios pueblos. La película incluye además algunos segmentos animados, recurso ingenioso para llegar donde el archivo no puede, y la lectura de varias cartas enviadas por los caciques más importantes, como Namuncurá y Pincén, a sus pares militares. Como ocurre con este tipo de documentales en los que el tema expuesto supera los límites del presupuesto, La muralla criolla ofrece gran cantidad de teorías, datos e información, y deja un puñado conceptos que dan cuenta de que el exterminio de los pueblos originarios se sostenía, como la mayoría de las guerras, en motivos económicos. “La Patria es el precio de la carne”, dice alguien para volver a caer en la cuenta de que, en efecto, nada cambió demasiado. Solo que ahora la Patria también es el precio de la soja.
LA GRIETA La “histórica” Campaña del Desierto dirigida por el general Julio Roca tuvo como base la tarea hecha por Adolfo Alsina, quien pensó en dividir el territorio entre la “civilización” y los “bárbaros” (indígenas) a través de una profunda y extensa zanja. El documental La muralla criolla aborda la construcción de esta obra arquitectónica en 1876, mediante diferentes recursos como la animación, la documentación histórica y testimonios como los de Osvaldo Bayer, Marcelo Valko y otros investigadores, recreando un hecho de nuestra historia, a través de sus causas y consecuencias. Esta producción de Sebastián Díaz resulta ser concreta y directa en lo que quiere contar, haciendo una destacada reconstrucción mediante relatos e imágenes de la época. A su vez, exhibe los lugares en su situación actual donde transcurrió este tramo de historia argentina. El análisis sobre la cuestión indígena y la situación de división entre pobladores no sólo refleja lo acontecido en aquellos años, sino que representa un tema en boga por estos días. Esta circunstancia permite observar que nuestra historia se repite, con diferentes contextos, pero la problemática esencial es la misma. Tal vez lo único cuestionable del documental es su posición muy marcada, entendiendo lo sucedido como un plan estratégico para eliminar todo rastro indígena (los verdaderos dueños de estas tierras), sin permitir la opinión de quienes creen que aquella tarea fue un acto “heroico y patriótico”. En definitiva, La muralla criolla es un interesante producto en el cual se exhiben circunstancias trascendentales para la historia argentina, las cuales deberían recrearse más seguido ya que parecen temas tabú para una sociedad en la que se siguen repitiendo los mismos conflictos.
En 1875, el presidente de Argentina Nicolás Avellaneda le solicita al Ministro de Guerra Adolfo Alsina un plan para finalizar con el “problema indio”. La solución pronto aparece: construir una especie de muralla criolla, una zanja a lo largo de la pampa argentina con 700 kilómetros de longitud.
Una vez más discutir el “ser argentino” se ve reflejado en éste documental dirigido por Sebastián Díaz, porque trae a la palestra un hecho prácticamente desconocido para el conocimiento popular como fue la construcción de una zanja para alejar definitivamente a los indígenas del territorio bonaerense, cuya decisión la tomó el presidente Nicolás Avellaneda en 1875. Dicha orden se la impartió al ministro de guerra Adolfo Alsina, para que presente un plan para terminar con el “problema indio”. La lucha continua entre los pueblos originarios y los invasores tuvieron su punto más álgido en la historia argentina durante esta época, pues ya no primaba la pelea por la supervivencia sino que el conflicto era político-económico. Y para eso, como pasó siempre, tenía que perder el más débil. Explicado a través de varios historiadores, algunos desde sus gabinetes de trabajo y otros investigando en el lugar de los hechos, para narrarnos cómo se fueron construyendo los pueblos del sudoeste de la provincia de Buenos Aires, con sus fortines y la comentada zanja divisoria Pese a que el Gral. Roca fue señalado como un genocida, por haber encabezado la campaña del desierto, el ejército que comandaba Adolfo Alsina, previo a tomar dominio de cada territorio por donde se iba a trazar la zanja, asesinó o tomó prisioneros a todos los indígenas que encontraron por el camino. Se llegó a construir 375 km de zanja pero, inesperadamente, luego de unos días enfermó, muere Alsina y lo sucede Roca. Nosotros criticamos la falta de proyectos a largo plazo de los políticos actuales, que son personalistas porque los hacen y los terminan ellos para llevarse el reconocimiento del ciudadano, pues bien, aquí tenemos otro ejemplo de cómo se maneja la política por acá, porqué murió Alsina y murió el proyecto de la zanja. Y lo que vino después fue mucho más cruel pues Roca exterminó o corrió hacia la montaña a los indios del sur argentino. El director no sólo entrevistó a historiadores, sino que además refuerza la historia con imágenes de planos del siglo XIX, lecturas de cartas a través de la voz en off, que las reitera como si fuera un molesto eco, de la gente involucrada en este conflicto. y también con animaciones e ilustraciones muy bien logradas de los personajes de la época. Explicado de una manera didáctica, con datos precisos, la pretensión de un presidente en dividir en dos a la Argentina expulsando o aniquilando a los “bárbaros”, para quedarse con todo en manos de la “civilización”, el realizador logra reflejar con pruebas concluyentes, las acciones irracionales de quienes gobernaron en ese entonces al país, que provocaron uno de los grandes desatinos de la historia argentina.