Fascinación de juventud
Al cine contemporáneo internacional le encanta recurrir a fórmulas que supieron funcionar en otras épocas más ingenuas y mucho menos cínicas que la actual y que hoy resultan completamente vetustas, sobre todo cuando se las trabaja desde una literalidad y falta de ideas preocupante que impide aunque sea un mínimo aggiornamiento que las rescate de ser consideradas “cosillas” facilistas sacadas del baúl del recuerdo, ese que es mejor dejar cerrado si se carece de la disposición -y el talento, por supuesto- para dotarlas de nueva vida o maquillarlas lo suficiente para que todo el asunto no se sienta de por sí una pequeña y olvidable estafa. En el fondo esto es precisamente lo que ocurre con La Música de mi Vida (Blinded by the Light, 2019), una película relativamente bienintencionada que termina siendo un producto bastante fallido y trasnochado que jamás sobrepasa el terreno del cliché.
Como si se tratase de una versión de Yesterday (2019), un film también volcado a analizar a un artista popular desde una historia de un individuo concreto, este opus escrito y dirigido por Gurinder Chadha nos presenta el devenir de Javed (Viveik Kalra), un adolescente inglés de linaje pakistaní que crece en la ciudad de Luton en 1987 y que se siente aprisionado entre el fundamentalismo musulmán de su padre Malik (Kulvinder Ghir) y un barrio lleno de racistas y xenófobos que desean expulsar a los extranjeros del lugar. Todo cambia cuando un compañero de colegio, Roops (Aaron Phagura), le pasa un par de cassettes de Bruce Springsteen, Darkness on the Edge of Town (1978) y Born in the U.S.A. (1984), los cuales no sólo le permiten descubrir la carrera del músico norteamericano sino que además resultan decisivos a la hora de apuntalar su identidad familiar y laboral de allí en adelante.
Dispuesto a enfrentarse a su padre e impulsar su carrera como escritor ingresando al mundo del periodismo, el protagonista atraviesa el típico derrotero de los relatos de iniciación mezclado con la coyuntura de los marginados sociales y de esas películas de nuestros días centradas en exprimir una trayectoria musical -hiper conocida- a nivel de la banda sonora. La faena está inspirada en la vida de Sarfraz Manzoor y su amor por Springsteen, y más allá de lo que cada uno opine del músico de New Jersey, si es de hecho un gran trovador del folk rockero yanqui o una especie de Bob Dylan de segunda mano y seudo proletario para la generación del marketing visual masivo, lo cierto es que la película está muy saturada de estereotipos y se hace larguísima en sus dos horas de bombardeo con latiguillos del rubro: tenemos la noviecita blanca, el sentirse un adolescente incomprendido, el considerar a todos unos tontos mediocres y el rebelarse contra la figura de autoridad más próxima, ese Malik demasiado caricaturesco que condena su obsesión con Springsteen por considerarlo otra influencia occidental más que hace que el muchacho se olvide de sus orígenes pakistaníes.
La realizadora falla en cuanto a su intención de edificar una fábula de superación personal por parte de un joven inmigrante debido a que abusa del subrayado grueso en determinadas escenas que encima extiende sin mayor necesidad dramática, sin embargo -por otro lado- sí consigue redondear un retrato entrañable de lo que significa estar fascinado/ obnubilado a corta edad con un artista en particular, el cual adquiere la forma de un filtro a través del cual se lee toda la experiencia cotidiana y se busca salidas en relación a lo que se siente un atolladero francamente insoportable. A diferencia de Yesterday, en la que Danny Boyle compensaba la falta de originalidad con la eficacia de su arsenal narrativo marca registrada, aquí Chadha se empantana en el entramado social del convite y sale a flote en lo que atañe al elemento más atemporal de la película, ese cariño ingenuo y ortodoxo por el músico de turno. El desempeño de Kalra es bueno pero su personaje está armado desde demasiados instantes de autovictimización patética y por momentos se percibe un tanto llorón, incluso teniendo enfrente al espantoso thatcherismo y un progenitor inflexible a más no poder…