El arte de simular
La Noche que mi Madre Mató a mi Padre es una de las comedias españolas más entretenidas que haya llegado a la cartelera argentina en mucho tiempo, un trabajo basado tanto en la inteligencia de su humor negro como en personajes muy bien delineados…
La comedia es sin duda uno de los géneros que más ha sufrido el embate idiotizante del Hollywood mainstream y de buena parte de la televisión grasienta y de extrema derecha de nuestros días, lo que generó durante la presente década y la anterior una parva de películas patéticas que no funcionaron en el mercado global, circunstancia que a su vez desencadenó que el campo anglosajón dejase de exportar productos cómicos dirigidos a los adultos de los distintos enclaves regionales del planeta (por suerte…). Como el ideario adolescente y las gansadas románticas probaron no ser exitosas más allá de Estados Unidos y algunos sectores sociales -cavernícolas y burgueses descerebrados, sobre todo- de los diversos países, las industrias cinematográficas de cada nación fueron de a poco llenando el vacío con comedias locales que se enfocan en el costumbrismo, el humor negro y cierta nostalgia.
Toda esta nueva camada de comedias se ubican en términos estilísticos en una región intermedia entre lo que fue el cine hollywoodense de antaño (las fórmulas narrativas y la meticulosidad de los remates) y la tradición cómica del país de turno (como se señaló anteriormente, por lo general se suele privilegiar la idiosincrasia autóctona, algún que otro tema de actualidad y las “estrellas” más conocidas por el gran público dentro de las fronteras nacionales). La Noche que mi Madre Mató a mi Padre (2016) es un ejemplo paradigmático en este sentido, una propuesta muy entretenida que no sólo llena el vacío que dejaron los norteamericanos y su mediocridad sino que además satisface las expectativas del mercado en cuestión, España en este caso, y hasta incluye a un actor argentino, Diego Peretti, con un claro destino de exportación al que pocas realizaciones semejantes aspiran.
Esta suerte de comedia negra de situaciones de entorno cerrado es de lo más sencilla y se centra en una velada en la que Ángel (Eduard Fernández), un guionista cinematográfico, y Susana (María Pujalte), su productora y ex esposa, tratan de convencer a Peretti (quien hace de sí mismo) para que protagonice y produzca un film noir escrito por el primero. Dos factores destruirán la tranquilidad de la noche: por un lado tenemos la presencia de la actual pareja de Ángel, Isabel (Belén Rueda), una actriz que tiene su propia agenda, y por el otro lado está la visita de Carlos (Fele Martínez), el primer marido de Isabel, y su novia Álex (Patricia Montero). La película adopta un naturalismo sorprendentemente distendido y eficaz para desarrollar la serie de eventos y puntos de vista superpuestos que se aglutinan a partir de la súbita muerte de Carlos y de unas hilarantes sospechas que recaen sobre Isabel.
Al guión de Fernando Colomo y la también directora Inés París hay que concederle que lo que le falta en el terreno de la originalidad y la expansión conceptual lo compensa con personajes encantadores y bien delineados, desde la neurosis de Ángel y la desesperación de Isabel, pasando por una Susana que va perdiendo sus inhibiciones, hasta la simpática pareja de Carlos y Álex y un Peretti desconcertado por lo ocurrido. Si bien todo el elenco está perfecto, los que se destacan a puro histrionismo son Fernández, visto hace poco en la excelente El Hombre de las Mil Caras (2016), y una reaparecida Rueda, aquí nuevamente con espacio para lucirse y entregando su mejor trabajo desde Los Ojos de Julia (2010) y El Cuerpo (2012). El film utiliza al crimen para analizar con inteligencia el doble sentido de la simulación, léase el engañar en la vida cotidiana (realidad) y el crear un relato ficcional (arte), obviando en el trajín el que hubiera sido el estereotipo según las reglas no escritas del cine -los engranajes del “whodunit” de vertiente hitchcockiana- con el objetivo de concentrarse en cambio en las reacciones frente al hecho, la ceguera egoísta/ mezquina de los protagonistas y todas esas conjeturas fallidas de cada uno de ellos al momento de tratar de dilucidar qué sospecha el otro y cómo puedo convencerlo para que se sume a mi causa…