Llega al Malba una de las películas de las que más se habló especialmente durante el pasado BAFICI, donde formó parte de la competencia y donde no pasó para nada desapercibida.
Protagonizada y dirigida por Edgardo Castro, La Noche es un relato oscuro y sórdido, pero emotivo al mismo tiempo, y siempre crudo y honesto. “Porque estoy cayendo cada vez más profundo, y volviéndome cada vez más oscura, buscando amor en todos los lugares equivocados”, canta Lana del Rey en una de las canciones más devastadoras y oscuras de su último álbum. Es el lamento de alguien que está solo y busca llenar vacíos, como sea, con lo que tenga, con lo que encuentre. La noche también lo es, un retrato intimista sobre un hombre de quien no sabemos demasiado (¿hasta qué punto es necesario saberlo?), ni de dónde viene, ni de qué trabaja, ni qué espera de la vida. Un hombre solo, que cae continuamente en las drogas y el sexo casual, muchas veces pago, incluso para “dormir abrazaditos”, como le pide al primero de los hombres con los que lo vemos buscar un momento que se parezca un poco a eso llamado intimidad.
La noche supo convertirse en el centro de la polémica durante su exitoso paso por el BAFICI porque su protagonista y director no temió ser explícito con sus escenas de sexo, constantes y largas, pero quedarse con eso sería algo muy injusto. Más allá de lo innegablemente sexual del film, escenas de todo modo retratadas de un modo frío y mecánico, no sensual, donde por lo que vemos y cómo lo vemos no parecería que disfrutara precisamente, el film también tiene su dejo de ternura, sobre todo al retratar la amistad de su protagonista con Guada, un travesti que, como él, de noche por esas calles de Buenos Aires no vive, simplemente existe. Guada también tiene su historia, por eso la película no lo sigue exclusivamente a Edgardo, sino que por momentos la sigue a ella, ya sea para mostrarla llegando sola a su casa con una caja de pizza y sentándose a comer en el pequeño lugar donde vive. Y es con ellos dos que la película nos regala uno de los finales más bellos, aunque la terminen convirtiendo quizás en una película más conservadora de lo que uno esperaría.
La ópera prima de Edgardo Castro tiene sus irregularidades, incluso en el modo de filmar se percibe cierto amateurismo, pero también mucha crudeza y corazón, una combinación que la convierten en una película que por su envoltorio sexual quizás nunca sea recibida como corresponde en los circuitos más comerciales, donde posiblemente sea catalogada más como obra pornográfica. Como sucede con todo, es muy fácil juzgarla por lo que uno ve en su superficie, pero La Noche es más profunda y honesta que eso. Es oscura, larga y dolorosa, pero también tiene un atisbo necesario de optimismo, aunque pequeño, aunque llegue al final (“La espera es la parte más difícil”, como cantan Tom Petty And The Heartbreakers), que hacen de La Noche una película muy conmovedora, de esas que movilizan cada célula.