La nueva película de la directora Tonie Marshall, escrita junto a Marion Doussot y en colaboración con Raphaëlle Bacqué, retrata la historia de la primera mujer en Francia que logra convertirse en presidenta de una empresa. Una importante compañía de agua que es manejada por el gobierno.
Pero en lugar de quedarse en mero panfleto (más allá de un inicio en el que incluso se cita a la escritora Margaret Atwood) en estas épocas en las que el feminismo y la búsqueda de igualdad de género están más visibilizadas que nunca, Marshall delinea toda una historia sobre el poder, lo que se esconde bajo su nombre y la competencia que esa ambición puede generar.
Si bien la película no está basada en un caso real específico sí las guionistas han investigado diferentes casos de mujeres que han conseguido puestos similares.
Emmanuelle Blachey (interpretada por la actriz Emmanuelle Devos, la flamante protagonista de “Violette” donde se metió en la piel de la escritora protegida de Simone de Beauvoir, Violette Leduc) es una ingeniera capaz que logró destacarse en una importante empresa de energía.
Si bien su vida personal no es tan brillante (quizás porque dedica demasiado tiempo a su trabajo y la vida personal va quedando bastante en segundo plano), se convierte en el centro de un grupo de mujeres influyentes que buscan conquistar una importante empresa de agua. Y le proponen postularse para un puesto que hasta el momento nunca había sido ocupado por una mujer, ni en esa empresa ni en ninguna otra de ese calibre.
Emmanuelle nunca se consideró feminista, no creía en la sororidad entre mujeres y cree que si llegó hasta donde llegó fue justamente por pensar y actuar no como mujer.
Mientras una carrera ardua y llena de trabas para lograr alzarse con ese importante puesto le presenta un mundo dominado por hombres cuyo poder no están dispuestos a ceder, también comienza a reencontrarse con su género de un modo que hasta el momento no se había planteado. “La número uno” es antes que nada un drama con algunos aires de thriller que bucea por diferentes aguas.
La vida personal de Emmanuelle con el fantasma de su madre ahogada, un padre internado, un marido que le reprocha quedar en segundo lugar ante su trabajo muchas veces, hijos a los que ve poco, y un insomnio que sólo puede manejar tomando pastillas.
A todo eso se le suma la presión (y la ambición, porque ante todo si lo hace es porque desea convertirse en jefa) para conseguir un puesto que el género masculino no parece querer ceder. Pero “It’s a woman’s world”, como se canta por el final, y Emmanuelle se sabe capaz.
El problema es todo lo que tiene que transitar, las aguas algo pantanosas que tiene que cruzar, para poder acceder a él. A la larga, el mundo del poder resulta bastante sórdido. Además de repente ella se ve convertida en una figura pública, juzgada por gente que no conoce, perdiendo gran parte de su privacidad.
La película de Marshall denuncia entonces la dificultad a la que las mujeres se exponen para acceder a puestos altos y lo hace de la mano de un personaje multidimensional como lo es Emmanuelle, al cual Devos interpreta de manera espléndida, y con una trama que a veces pierde un poco el eje pero logra encontrarlo para contar lo que se quiere contar. Y dejarlo bien en claro.