Mientras en Hollywood especialmente abundan, en la industria nacional es difícil escuchar la palabra “remake”. Tras la aclamada “El Estudiante”, Santiago Mitre presenta otra película incómoda y con fuerte contenido social y político, desde un punto de vista específico de la clase media. “La patota” no es sólo la remake de la película de Daniel Tinayre de 1960 protagonizada por Mirtha Legrand, es una excusa para retratar diferentes posturas sobre temas como la violencia de género y el sentido de justicia, tan presentes como siempre.
Dolores Fonzi es la encargada de interpretar a Paulina (nombre además que se le da al film a nivel internacional), una joven que tras terminar su carrera decide no sólo darle la espalda a su padre, interpretado por Oscar Martínez, y la idea de futuro que él creía tener para ella, sino que cree que para realmente cambiarle la vida a alguien lo mejor que puede hacer es irse a trabajar como maestra rural a una empobrecida zona de Misiones. Pero la hostilidad de su grupo de alumnos no es más que un pequeño augurio de lo que le va a suceder luego.
Tras regresar una noche sola en una moto prestada a su casa, una patota de muchachos la detienen y uno de ellos la viola. A partir de allí, ella no se queda quieta. Hace la denuncia, donde se tiene bancar preguntas incómodas y fuera de lugar. Pero de a poco es ella quien nos hace sentir incómodos a nosotros.
El film toma principalmente el punto de vista de esta joven que decide no ser víctima pero tampoco se sabe una heroína. Hay algún momento en que se apela a la repetición desde los ojos de alguien más, incluso del violador.
Las dos posturas ideológicas contrapuestas del film se plantean de manera brillante ya en su escena inicial, un plano secuencia que retrata un diálogo filoso entre padre e hija. Los actores dicen sus líneas y exponen sus ideas de una manera muy natural, más allá de lo notablemente trabajado del diálogo.
“La patota” es una película incómoda, y sin dudas esto está generado con una fuerte intención. No obstante el no lograr empatizar con una protagonista que toma decisiones que casi nadie cree que tomaría en sus mismos zapatos, genera una distancia que compromete a un espectador más cerca de ponerse en el lugar del padre que en el de su protagonista. En el medio, algunos personajes secundarios intentan aportar a la historia pero en general están bastante desdibujados, uno de ellos el novio al que interpreta Esteban Lamothe.
Mitre presenta una película bien actuada, bien dirigida y bien escrita, más allá de algunos puntos flojos como el mencionado con varios de los personajes secundarios. El film que pasó por Cannes de manera exitosa, llevándose el premio de la Crítica, es un producto audaz y prolijo. “La patota” juega a inquietarnos, a incomodarnos y la verdad es que lo logra.