"La Patria Equivocada o veamos viejos videos este fin de semana"
El film de Galettini que supo hacernos emocionar con Besos en la frente, es un marasmo del que por suerte nos salvan otras producciones argentinas.
por Andrea Migliani
Contar una saga no es algo que cualquiera pueda hacer pero Carlos Galettini el mismo de Besos en la Frente y Convivencia, bellos films y otros ya olvidados, por suerte, nunca desentonó tanto. ¿Será que se hizo para el Bicentenario y se estrenó ahora y eso nos confunde más? Porque en la obsesión de narrar la historia que va desde 1807 (¿era así?) hasta 1898 (¿era 1898?) el film destruye el mérito del texto que Dalmiro Sáenz escribió alguna vez y se pierde por laberintos en que las fechas parecen las hojas del calendario de Leopardi, el poeta, sólo que al que se le va el tiempo es al espectador que cuando deglute su última golosina y la del de al lado, aunque sea un desconocido, siente que ha sido estafado, porque Juana Viale tenía en la TV cara número uno y cara número dos y aquí tiene siempre el mismo gesto abúlico, carente de épica, de gesta, de Historia grande que es (parece) lo que la película pretende contar.
Salvo algunas escenas bien montadas de la gesta contra los ingleses, el resto es un insignificante superpuesto de escenas, fechas, sexo, soldados, fortines, del que se salva apenas Adrián Navarro y apenas.
La niña de familia patricia (cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia) que se enamora del cabito que se hace desertor y que enviuda y que luego se va a otro lugar a tener a su hijo forma parte de un origen de historia que luego se enmaraña hasta convertirse en un laberinto. Y claro, la joven tiene descendencia y según pasan los años nos deja clavados en la butaca esperando que ocurra algo, que un montaje nos emocione, que haya una secuencia bien resuelta, que al menos dejen de confundirnos fechando todo como empleados municipales de mesa de entradas, pero no, hasta el final el mismo sopor y la cara de Viale idéntica en goce, sufrimiento, éxtasis o lo que sea nos hace preguntarnos ¿quién se habrá perdido el subsidio para hacer algo mejor?
Dejaría la sinopsis pero en ella no hay nada que se verifique en el film, lo único que tiene pasión y coraje es la música pero excede y parece un intento de montaje de proveer de alguna emoción a un film muy mal parido. ¿Cómo ganó el concurso del Bicentenario organizado por INCAA? Misterio...
En fin, glosando a García Márquez, las películas condenadas a 100 años de superficialidad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.