Por Siempre Batato
"La peli de Batato" de excelente recorrido estético, recrea un mundo sólo posible entendiendo las coordenadas de los 80' post dictadura en la Argentina.
Que Salvador Walter Barea, alias Batato Barea, fue un sujeto singular como la década en la que nació (vio la luz en 1961) es sólo una noticia para las nuevas generaciones. Su temprana desaparición en 1991, privó de su arte a muchos que deberían revisar su concepto de transgresión.
Explicar aquí la naturaleza de los happenings que se armaban en el Parakutural, en performances donde Batato, acompañado de Humberto Tortonese, Alejandro Urdapilleta y otros, desandaban los textos de Alejandra Pizarnik, Néstor Perlongher, Alfonsina Storni (en su segunda etapa) o Fernando Noy, quién acuño para su libro lo que ya es un clásico: “Te lo juro por Batato”, excede los márgenes de una crítica que sólo intenta lograr que se aproveche bien el tiempo que dure la proyección de La peli de Batato, que se lleva a cabo sólo en el Malba los viernes a las 22.00.
El film de Gogo Anchou y Peter Punk, con guión de Santiago Van Dam, puede engañar al querer ser encapsulado en el género documental, porque si bien ofrece el derrotero de una vida en el arte y reúne dentro de sí testimonios, también acude a momentos artísticos de gran plasticidad que muestran no sólo quién era Batato Barea sino además, quiénes, sus compañeros de ruta.
Suele decirse que a períodos de gran represión se suceden períodos de libertad, destape o renacimiento artístico. Y Barea transito todos esos nuevos cánones que incluso inventó para que el arte encontrara un camino nuevo en una explosión de esteticismo puro, instalando una noción de underground indubitable pero recalando también en otros segmentos no tan Off.
Si el espectador repara en los 150’ que dura la película no debe temerle a la extensión ya que estas dos horas y media se poblarán de testimonios, que parten de una fuente cedida al propio Gogo Anchou por Barea antes de partir, que era ya una suerte de germen de lo que se verá. Y Batato estará en imágenes que se funden con voces que hacen lo propio y la pantalla ofrece dos miradas posibles y capturan ese mundo y esos recuerdos y reflexiones de compañeros de ruta que como Las gambas al ajillo (Alejandra Flechner, Verónica Llinás y María José Gabin) o Antonio Gasalla, y el mismo Carlos Belloso, que luego viraron sus carreras hacia la cosa más masiva y por eso son nombres que les suenan a todos.
Buen fundido de imágenes, buena elección musical y por sobre todo buenas disquisiciones sobre el arte, el ego del artista, las rupturas y las discontinuidades estéticas, hacen del film una mezcla de documento de una época esperanzada y a la vez un itinerario más o menos sinuoso de lo que ocurrió cuando en Cemento o en el Parakultural, la vida era otra cosa, Te lo juro por Batato.