Antes que nada, uno sabe lo que va a ver cuándo entra a ver una de Pedro Almodóvar. Sabe que va a tener ciertos elementos, cierta estética, cierto uso de la palabra así que no podía entender cuando alguna gente a mi alrededor reaccionaba escandalizada frente a algunas sugerencias.
Por otro lado, había una pareja de amigas que no paraban de hablar tirando conjeturas sobre de qué iba el argumento y yo pensaba dónde está el disfrute si ya de entrada pensás que el film es muy complicado... No lo es, así que a dejar los prejuicios afuera de la sala, así se lo disfruta.
"La piel que habito" es una historia de amor y pérdida, de vocación y obsesión, de búsqueda de uno mismo y de la libertad. Es un relato poderoso, filmado sin darle un aire al espectador, narrado con tanta luz (física) como si fuera un quirófano y tantas imágenes como para marear al espectador principiante. Y el cócktail resultante es una delicia, por más que sea predecible en todo su torturado relato.
Antonio Banderas representa a Robert, un médico cirujano e investigador que ha perdido a su mujer a partir de un accidente de tránsito. Ante la envergadura de su ausencia y otras cuantas más, irá cortando su lazo con la sociedad e irá pareciéndose de a poco a un investigador que hace pruebas tanto en ratas como en personas. Claro, para semejante personaje, tiene que haber una víctima. Y la hay. Vera (Elena Anaya). Una mujer muy especial. Su sola aparició en ese traje que todos ya conocemos, haciendo posiciones de yoga (!) es de una potencia visual increíble...Y realmente la dupla que hace con Banderas (que se lleva todos los aplausos) es para sacarse el sombrero. Marisa Paredes (Marilia en la historia), aparece para confirmar que esta es una auténtica película de Almodóvar, no sólo por sus participaciones anteriores (fue una de sus favoritas), sino porque encarna a la madre típica de sus historias y lo hace con una mezcla de dolor, sacrificio y amor que es inmensa en pantalla y representa el sello de Pedro en su estado puro. También tendremos los elementos clásicos a los que este enorme director nos tiene acostumbrados: las drogas, el uso del sexo, el abuso que hace que el mismo parezca un acto de violencia, la mujer doblegada ante el mundo machista, la sobreviviente, el cambio de la sexualidad, la sociedad como regulador (por lo que se termina estando lejos y aislado).. Como ya dije, una historia disfrutable e intensa que reafirma la vigencia de su cine.
Pocas cosas te arruinan más la cabeza que estar solo con vos. Ahora bien, si bien la primera mitad del film es mucho más lenta que la segunda, es atrapante ver como Almodovar prepara el terreno y sube la apuesta promediando el film. Su talento le permite cerrar la historia sin dejar un solo cabo suelto.
Tal vez sea un poco excesivo el uso de música cuando los silencios habrían funcionado infinitamente mejor. Es cierto. Además me llamó la atención la elección de los mismos, ya que por un lado tenemos una partitura excesivamente dramática con violines, piano y una gran orquesta y por el otro una electrónica más cercana a la banda sonora de Kill Bill que a la película que estamos viendo. Otra nota al pie de página: hace muchos homenajes al cine de thriller muy visibles, tanto es así que no llega a construir suspenso, pero sí provoca naturalmente lo que mejor hace, drama.
Verán muchos espacios que les resuenan familiares (estilos), pero ninguno compite con el valor que representa Pedro haciendo lo que mejor hace: retratar seres torturados en situaciones extraordinarias cuyas manifestaciones visibles son un festín emotivo para el espectador.
La piel sale más dura después de la función. No sé si es la mejor de Pedro, pero vale la pena verla en cine.