Terror predecible.
Cuenta la leyenda, que una bruja fue apartada de sus hijos y ahogada en el medio del océano. Desde entonces su espíritu atrae a los marineros en busca de venganza. Así comienza y anuncia “La Posesión de Mary”, escrita por Anthony Jaswinski y dirigida por Michael Goi.
David (Gary Oldman), un buen empleado y aficionado a los botes, decide gastar todos sus ahorros en un velero para llevar a su familia por el medio del caribe. Lo que él no sabe, es que un espíritu vive en ese barco y quiere quedarse con sus hijas, particularmente la más chica, llamada igual que el velero: Mary.
La idea es interesante, una posesión dentro de un barco donde los personajes no pueden escapar. Sin embargo ¿dónde comienza realmente el problema? Michael Goi, director de televisión en American Horror Story, The Rookie, y algunas de las series juveniles de Netflix, intenta con mucho empeño ponerle vida a esta historia, con planos de horizontes infinitos en el mar, atardeceres y muchos momentos emotivos, pero no llega siquiera a quedarse a flote.
Un guión acartonado con escenas totalmente irrelevantes y un terror predecible que ya vimos reiteradas veces. Se apagan las luces, se cierran las puertas solas y cuando menos se lo espera —o sí— hace aparición el espíritu. El por qué está maldito el barco queda resumido en la simple oración con que comienza la película, y el único momento donde se descubre la verdad, donde puede haber un desarrollo interesante, queda en el aire.
Es obvio. A los pocos minutos ya nos dimos cuenta que el destino de este velero no es el correcto. ¿Y respecto al de la tripulación a bordo? Por un lado, si bien el texto no ayuda mucho, Gary Oldman, uno de los actores más premiados y nominados del cine, tampoco marca la diferencia. Gran parte de sus escenas se reducen a gritos y a diálogos, casi recitados, explicando más de lo mismo. Por otro lado, Emily Mortimer, quien interpreta a Sarah, la verdadera protagonista de esta historia, al principio un poco dura en su papel, empieza a soltarse y llevarse toda la atención, haciendo del film un poco más llevadero, con incluso de a ratos, escenas que se merecen destacar.
Claro que simplemente la fotografía y la actuación de Emily no son justificativo suficiente para ver cómo este barco, Mary, se hunde en el medio del océano. Y me atrevo a afirmar, en opinión personal, es mejor dejarlo bien hundido.