Después de consolidarse con la saga de REC la cual co-dirige, el director español regresa con “La posesión de Verónica”, escrita junto a Fernando Navarro, un film que apuesta a otro tipo de subgénero de terror pero que demuestra más que nunca quizás su gran conocimiento del género. Basada en un caso real, o al menos en lo que se sabe al respecto, más bien en el informe policial luego de lo sucedido, el film gira en torno a una adolescente que, tras jugar con sus amigas a la ouija un día de eclipse solar, comienza a experimentar cosas extrañas en su casa y en su propio cuerpo que luego van poniendo en peligro a sus hermanos.
Verónica tiene quince años y es la hermana mayor pero es como una madre casi para sus tres hermanos pequeños. Porque su madre (interpretada por Ana Torrent) trabaja todo el día y su padre falleció. Cuando con su amiga se le ocurre jugar a la ouija ella cree que es una oportunidad para volver a hablar con él. Pero claro que las cosas no salen del modo esperado.
Como si ser adolescente no fuese un problema en sí, como si crecer no fuera ya difícil y aterrador, se abre una puerta y Verónica queda sola. Su amiga se aleja de ella asustada y su madre sigue ensimismada en trabajar para poder darles de comer, aunque eso implique no estar nunca y ni siquiera escuchar sus gritos de ayuda.
Gracias al consejo de una de las hermanas de la escuela católica a la que asiste, una señora mayor y ciega, se enfoca principalmente en cuidar a sus hermanitos. La película está llena de momentos de terror muy bien logrados, figuras que aparecen y que no resultan lo que son, o que cada uno ve de un modo distinto.
No hay un abuso de golpes de efectos ni sustos a los que estamos acostumbrados dentro de este género (que consigue buenas películas como El conjuro o Insidious pero después una cantidad inmensa de tantas otras mediocres). Mucho aporta la protagonista principal, Sandra Escacena, quien tiene que convertirse en las varias Verónicas que el film va desplegando. La adolescente, la hermana mayor, la que se siente marginada, la asustada, la valiente, la que decide que si nadie la va a escuchar va a hacer de todos modos las cosas como cree que tienen que hacerse para que aquello que llegó se vaya de una vez.
Hay también una interesante construcción de esta familia, mostrando escenas cotidianas dentro de ese departamento que a veces parece tan chico y asfixiante. Los niños y sus interpretaciones muy naturales brindan mucha frescura a ciertas partes del relato. El film a nivel técnico es prolijo y atractivo.
La fotografía logra algunas imágenes escalofriantes y la música, una banda sonora que aparece inspirada en las mejores películas de Dario Argento y cuenta con los acordes de la banda Héroes del silencio, hacen que “La posesión de Verónica” parezca un clásico instantáneo. Quizás al final hay algunas líneas y flashbacks reiterativos, repetitivos adrede pero que podrían no estar, o no en esa cantidad.
Pero más allá de eso, estamos ante una gran película de terror, que no sólo no tiene nada que envidiarle a las que provienen de la meca del cine, sino que es superior a muchas de ellas. “La posesión de Verónica” es una imperdible para todo fanático del género.
Con una historia bien contada, con algunos clichés del género pero sólo los suficientes para que toda película que apunta a este lado funcione de manera efectista. Como siempre, aconsejo olvidarse del “basado en caso reales” pues es claro que este tipo de relatos sobre todo tiene muchas libertades.