Desde hace décadas, el cine de terror español se mantiene activo gracias a generaciones de cineastas con pasión por los temas más lúgubres y un alcance internacional. De la última camada se destacan una serie de nombres, como Jaume Balagueró y Paco Plaza. Nacido en 1973, Plaza se fue haciendo de una reputación gracias a films como El Segundo Nombre (2002), Romasanta (2004), REC (2007) y su secuela, en codirección con Balagueró, y REC 3: Génesis (2012).
La Posesión de Verónica (Verónica, 2017) es una nueva muestra de su talento para el terror, sin descuidar la historia ni los personajes.
Estamos en 1991. Verónica (Sandra Escacena), tiene 15 años, está en una etapa clave de su vida, y ya debe hacerse cargo de sus tres hermanos pequeños mientras su madre (Ana Torrent) trabaja en un restaurante. Sin embargo, también tiene tiempo de leer revistas sobre casos paranormales y juntarse con amigas del colegio, con quienes organiza una sesión de espiritismo en el sótano del colegio, al mismo tiempo que surge un eclipse de sol. La intención de la joven es comunicarse con el alma de su padre, pero logra traer consigo a algo diferente, oscuro, maligno. Una fuerza tan poderosa que le queda adosada como una sombra, consumiéndola de a poco mediante alucinaciones y malestares, y afectando a quienes la rodean.
La película se inspira en un hecho real ocurrido en el distrito madrileño de Vallecas. Para ser más precisos, es el único caso paranormal registrado por la Policía de España. Lejos de empantanarse en clichés o en citas deliberadas a otros films de ese estilo, Plaza recurre a climas que se van tornando lúgubres, pero siempre anclado en la realidad. Un enfoque parecido al de los films de miedo de los ’70, con El Exorcista (The Exorcist, 1973) como referente ineludible. Al igual que el clásico de William Friedkin, el horror que cae sobre esta joven es una excusa para hablar de temas más profundos y terrenales: adolescencia, madurez, familia, pérdida, dolor, esperanza. Que la banda sonora incluya temas de la banda Héroes del Silencio, en parte por su popularidad en ese momento, en parte porque permite adentrarse más en el mundo de Verónica, además de que le imprime un estilo deliciosamente dark a la historia.
La debutante Sandra Escacena le pone el cuerpo a Verónica y sostiene cada una de sus escenas, convirtiéndose en una actriz a seguir. Dentro del elenco también se destaca Ana Torrent; a la otrora niña protagonista de Cría Cuervos (1976) -probablemente una de las mejores actuaciones infantiles de la historia del cine- ahora le toca ser la madre de una joven que también debe enfrentarse a un entorno que no termina de comprender, lo que genera un interesante paralelo con el trabajo de Carlos Saura.
La Posesión de Verónica es la prueba de que todavía se puede hacer terror evitando la mayoría de los lugares comunes, representa lo mejor de Paco Plaza y confirma que el cine aterrador de la Península Ibérica conserva las suficientes energías como para seguir sorprendiendo y atemorizando.