De Nueva Zelanda llega esta película de terror sobrenatural, con la poco original premisa de una casa habitada por un fantasma, aunque la película que dirige Jason Stutter está basada en una leyenda urbana originaria de su país.
"The dead room" está protagonizada casi exclusivamente por tres actores: una joven (Laura Petersen) y dos hombres (Jed Brophy y Jeffrey Thomas). Tres personas que llegan a esa casa en busca de alguna prueba por cuestiones del seguro de la familia que la abandonó asustada a causa de los espíritus. La chica es una médium, puede sentir y hasta ver las presencias; ellos son hombres de ciencia, que llegan con diferentes tipos de aparatos para registrar y, si es posible, hasta capturar al fantasma.
Con una factura técnica notable, el film comienza con planos exteriores sobre la bella Nueva Zelanda, pero poco más se aprovechará ese marco natural. Casi toda la película sucederá dentro de esa casa, no siempre filmada con la misma aptitud y a veces sin poder disimular el bajo presupuesto que tuvo.
No obstante, esos son detalles. Lo que sucede realmente con The dead room es que en su hincapié por construir un clima de misterio y miedo, se regodea en escenas y momentos pequeños durante gran parte del metraje, tornando una película de poco más de una hora, muy lenta.
Suceden más de cuarenta minutos (con muchas escenas reiterativas) y no nos asustamos, ni sobresaltamos, ni nos genera tanto interés quién es realmente y qué quiere esta entidad. La falta de efectos especiales o monstruos o recursos típicos de una película de terror que apuesta a la acción no sería un problema si no fuera por la falta de habilidad a la hora de construir estos climas.
Es en los últimos minutos donde el film toma un poco de vuelo, pero ya no es suficiente. Hay un buen uso del sonido, eso sí es para resaltar. Después, la resolución apresurada, a la que se le suma una edición pobre y unos efectos especiales que se resuelven como pueden, más un desgano notorio ya en los actores que se deslucen en los momentos en que más necesitábamos de ellos, terminan haciendo de "The dead room" una experiencia poco satisfactoria, decepcionante y, el peor de los pecados en el cine para quien escribe, aburrida.