Pinche gringo puñetero
La franquicia de La Purga (The Purge), esa que tuvo una verdadera catarata de títulos distintos para el estreno de cada eslabón según la región considerada, fue de menor a mayor en términos cualitativos porque a las flojas La Noche de la Expiación (The Purge, 2013), un thriller de invasión de hogar de dejo clasicista y toques de porno de torturas, y 12 Horas para Sobrevivir (The Purge: Anarchy, 2014), una propuesta fofa más volcada a la acción ochentosa ultra descerebrada, le siguieron las mucho más interesantes 12 Horas para Sobrevivir: El Año de la Elección (The Purge: Election Year, 2016), un exponente amable de ciencia ficción de raigambre testimonial y postapocalíptica que ironizaba acerca de ese conservadurismo violento y muy bobalicón estadounidense de siempre, y 12 Horas para Sobrevivir: El Inicio (The First Purge, 2018), una precuela que unificaba ingredientes del slasher, la sátira política tácita y por supuesto ese horror que enmarca a todas las entregas a nivel estético y discursivo para despertar una sensación de continuidad retórica, panorama insólitamente atractivo para el ecosistema cinematográfico paupérrimo de hoy en día que parecía haber llegado para por fin quedarse hasta que apareció un nuevo díptico lamentable que volvió a enterrar a la saga en su conjunto en el abismo de lo olvidable y de todas esas redundancias promedio de Hollywood, hablamos de La Purga (The Purge, 2018-2019), serie de televisión trasmitida por USA Network que fue cancelada a posteriori de dos temporadas, y la presente La Purga por Siempre (The Forever Purge, 2021), trabajo con resonancias de western que sin ser malo está lejos de lo mejor del lote de odiseas previas.
James DeMonaco, el cerebro principal detrás de la franquicia en su condición de director y guionista de los tres primeros eslabones, guionista de las dos películas restantes y creador de la serie de TV, vuelve a delegar la silla del realizador, como hiciese con motivo de 12 Horas para Sobrevivir: El Inicio para con Gerard McMurray, y ahora le toca hacerse cargo de la dirección a Everardo Gout, conocido sobre todo por el thriller criminal/ marginal Días de Gracia (2011), su único largometraje previo, y por una larga retahíla de trabajos para la caja boba entre los que se destaca Marte (Mars, 2016-2018), una serie ficcional con entrevistas y elementos documentales especulativos realizada para National Geographic y distribuida por Netflix. Funcionando como una suerte de continuación espiritual y práctica de 12 Horas para Sobrevivir: El Año de la Elección, La Purga por Siempre transcurre ocho años luego del ascenso al poder de Charlene Roan (Elizabeth Mitchell), una senadora que se convirtió en presidenta y eliminó la mentada purga de las benditas 12 horas de “vale todo” para exterminar a quien se quisiera sin castigo institucional alguno, evento anual símil carnicería orientada a descargar “tensiones” sociales que regresa cuando los Nuevos Padres Fundadores recuperan el poder mediante otra elección y así la derecha cristiana, mafiosa y reaccionaria desata otra tanda de masacres que tienen por objetivo maquillar y/ o esconder la hipocresía del capitalismo en eso de vincular a la pobreza con la delincuencia y el gasto público y hacer que los fascistas paranoicos del vulgo maten a esos menesterosos que genera el mismo sistema por montones cual mecanismo de control comunal definitivo.
A escala esencial la película que nos ocupa funciona como una solución negociada entre la torpeza exploitation de los dos primeros films y el sustrato más ideológico inteligente de izquierda de la dupla inmediatamente previa, excluyendo por supuesto a la serie televisiva y su pobreza narrativa: mientras que por un lado tenemos metáforas bastante literales que se le embarran en la cara al espectador para que toda intención quede bien en claro desde el vamos, como por ejemplo el hecho de que el norteamericano estándar es un pinche gringo puñetero que hace gala de su racismo y xenofobia en especial frente a los inmigrantes mexicanos que cruzan la frontera a pura desesperación, por el otro lado está el relato de supervivencia en sí de un colectivo variopinto de individuos, desde ya tanto yanquis como aztecas, que vuelve a inspirarse en El Retorno de los Arcontes (The Return of the Archons, 1967), episodio de Viaje a las Estrellas (Star Trek, 1966-1969), de Gene Roddenberry, y en detalles de propuestas de la gran pantalla como Perros de Paja (Straw Dogs, 1971), de Sam Peckinpah, Rollerball (1975), de Norman Jewison, Carrera Mortal 2000 (Death Race 2000, 1975), de Paul Bartel, Escape de Nueva York (Escape from New York, 1981), de John Carpenter, El Juego del Miedo (Saw, 2004), de James Wan, y Los Extraños (The Strangers, 2008), de Bryan Bertino, ahora incluso incorporando el ámbito desértico, los vehículos modificados y el sol radiante de la genial tetralogía de George Miller, aquella que comenzó con Mad Max (1979) y hoy se transforma en otra minucia más agregada a la ensalada de DeMonaco y sus socios de siempre en todos estos menesteres, Michael Bay y Jason Blum.
El esquema fundamental de base, la idea de construir un grupo híbrido que debe viajar a México para refugiarse porque a posteriori de las 12 horas reglamentarias de asesinatos, violaciones y torturas un colectivo cada vez más numeroso de energúmenos armados sigue con la violencia, está muy bien y hasta se podría decir que los dos matrimonios antagónicos que deben limar asperezas en dicho periplo, el de los norteamericanos de muy buen pasar económico Dylan (Josh Lucas) y Cassie (Cassidy Freeman) y el de los mexicanos pobres Juan (Tenoch Huerta) y Adela (Ana de la Reguera), se amalgaman con gracia y soltura en el guión de DeMonaco, sin embargo ya se notan de manera grosera los automatismos de la saga y la poca o nula imaginación para seguir explotando resortes narrativos y una premisa que ya habían sido dilapidados por la serie de USA Network, constituyendo La Purga por Siempre una especie de correctivo pero no mucho más ya que no consigue resucitar en serio una saga que como entretenimiento comprometido de izquierda aquí cae en sermones excesivos en materia de los diálogos, vicio típico de nuestros días porque el grueso de los realizadores y guionistas no saben narrar y por ende no pueden comunicar los mensajes/ moralejas de otra forma que no sea mediante diatribas verbales que no dejan mucho espacio para la complejidad ni la sana ambigüedad discursiva, fuente de la riqueza de cualquier polémica que se precie de tal. Demasiado extenso a nivel del metraje en general y sin novedades verdaderas que aportar a lo ya trabajado mejor en el pasado, el film de Gout por lo menos vuelve a enfatizar que los pobres constituyen el principal alimento de los ricos…