La Quietud

Crítica de Marianela Santillán - Proyector Fantasma

La Quietud, el nuevo film de Pablo Trapero (Mundo Grúa, Elefante Blanco, El Clan) es, en propias palabras del realizador “su film más libre y más arriegado”, en referencia a como fue producida la película -que por el afiche y los nombres internacionales podría dar a pensar que es una coproducción, pero no es así- y a la temática del film.

La Quietud nos presenta a Mia (Martina Gusman) y a Eugenia (Berenice Bejo), dos hermanas: la primera viviendo en Buenos Aires y la segunda radicada hace muchos años en Paris. A partir de un acontencimiento familiar se reencuentran en La Quietud, la estancia familiar que poseen en Buenos Aires y desde el primer momento, podemos percibir que algo en su vínculo es al menos llamativo. Hay una extraña simbiosis entre ellas, se trata de un vínculo tan intenso que produce bastante incomodidad para el espectador, y este clima será el que caracterice a toda la producción.

Por otro lado, la historia también incluye a Esmeralda (la magistral Graciela Borges) como la madre de ambas mujeres, quien aporta su cuota de incomodidad al film al tener una preferencia excesivamente marcada por Eugenia sobre Mia, a la que trata con poco menos que desprecio. El elenco se completa con Vincent (Edgar Ramírez), el novio de Eugenia, y con Joaquín Furriel, como el amigo y abogado de la familia.

Sin embargo, estos dos últimos personajes resultarán accesorios, ya que el film se centra netamente en el universo femenino y en los vínculos entre estas tres mujeres, todos atravezados por lo no dicho, por el deseo de lo prohibido y por los secretos familiares que durante años fueron guardados en La Quietud, pero que en el presente vienen a justamente cuestionar y generar inquietud en esta pequeña gran familia que inicialmente parece perfecta e impoluta, pero que a medida que el relato transcurre, nos demuestra que no todo es lo que parece.

Es en este sentido que la película incomoda constantemente al espectador, desde el contraste entre el inicio y el fin, las temáticas que aborda -que involucran la dictadura militar, menciones al aborto, violencia familiar, etc- hasta las intensas escenas de sexo que se exhiben, pasando por lo toques de humor que repentinamente cambian los climas. En La Quietud todo es intenso y complejo, hay algo oscuro en los roles de estas tres mujeres; y los hombres que las acompañan parecieran tener como función principal servir sin cuestionar, ser objetos de deseo, y encarnar el goce que aún velado y representado en lo sexual, es lo más genuino y sincero que estas mujeres tienen para ofrecer.

Con una trama simple pero potente, Trapero logra una de las películas más personales e interesantes de su ya consolidada carrera. La elección de actores resulta excelente a la hora de componer a esta familia, unida pero fragmentada, en la que se destacan especialmente Graciela Borges y Berenice Bejo, pero los cinco protagonistas encarnan a la perfección la intensidad que el particular guión requiere.

Imperdible.