Para entrar en la quietud que propone esta película hay que ingresar en el universo Trapero. Es casi una condición sine quanon. Claro que no es lo mismo el Trapero de "El bonaerense" comparado con el de "Elefante blanco" y mucho menos el de "Leonera" con "El clan". Bien, aquí el realizador apeló a hacer un rompecabezas de sí mismo, que se termina convirtiendo en una trama forzada y demasiado retorcida. La historia hace foco en la relación de dos hermanas: Mía (Martina Gusmán) y Euge (Bérénice Bejo), cuya seducción mutua en principio asoma como poco creíble, pero a los efectos del guión sirve para narrar un drama con giros eróticos donde, como en casi la mayoría de las películas de Trapero, el director parece que disfruta poner la cámara en los atributos físicos de su mujer en planos lo más hot posibles. El hallazgo de la película pasa por la mamá de estas hermanas, interpretada por una Graciela Borges que expone su perfil más logrado para convertirse en un ser tan detestable como querible. El deseo anda volando en la tensa calma de La Quietud, que es el nombre de la estancia donde hay tantos secretos como traiciones y tantos placeres como miserias. Lo más forzado es la necesidad del director de incluir el tema de los desaparecidos y los vejámenes de la dictadura militar en el contexto de esta familia aburguesada y atípica. El cierre, con tinte romántico, desorienta más todavía.