Dentro del mundillo de productos hechos para el público infantil hay de todo. Buenos, malos, regulares, excelente y mediocres. Viendo el afiche de “La reina de las nieves en la tierra de los espejos” se puede afirmar, más allá de la calificación correspondiente, que éste estreno es oportunista teniendo en cuenta la parafernalia de “Frozen II”, a cuya impronta intenta emular desde todos los puntos de vista. Y claro, sale mal la cosa.
Ya de por sí es insólita la llegada de la tercera entrega de esta saga de origen ruso sin haberse estrenado las dos primeras, o siquiera haberlas pasado por el cable como para poder ampararse en algún tipo de popularidad. No obstante, esta burda imitación del mayor éxito de Disney en su historia, está aquí, por suerte para no quedarse. Al tratarse de un argumento empezado hace dos películas, el espectador no podrá evitar preguntarse por qué tal o cual personaje hace tal o cual cosa, de donde vienen algunas situaciones, y así por el estilo. En definitiva, por qué todo está tan dado por entendido aquí, y es que el guión de Andrey Korenkov, Robert Lence, Vladimir Nikolaev, Aleksey Tsitsilin, y Aleksey Zamyslov se toma apenas algunas molestias caprichosas para explicar algo de lo anterior. No es que la historia en sí no sobreviva, es el universo contextual de la saga lo que conspira contra la justificación argumental, y al no entender de qué la va, el camino hacia el aburrimiento es inexorable.
Un resumen válido sería que una familia de magos vive contenta en el reino de un tal Harald que anda chocho con la tecnología en desmedro de la magia, así que echa a toda persona que corresponda a ese metié y los manda a donde no da el sol. Acá vendría el alegato a favor de la ciencia y todo eso, pero es burdo el guión como para transformar eso en mensaje. El punto de vista es el de Gerda, hermana de Kai y, aparentemente, la heroína de las anteriores entregas. Ella deberá hacer las paces con la Reina de las Nieves; con quien parece que se peleó antes, o no se llevaban bien. En fin, total que ha de aceptarse (o sino, a levantarse de la butaca) que ésta Gerda es la que va a sacar las papas del fuego, acciones variadas de por medio.
Hay un par de canciones más o menos aceptables, y acaso un diseño sonoro interesante, pero todo el resto es tan remanido en sus diálogos, la animación es tan dura en sus movimientos (bajo presupuesto con pretensiones de Pixar), y los personajes tan rayados en lo esquemático, que a “La reina de las nieves en la tierra de los espejos” lo único que queda por agradecerle es que precisamente, no se hayan estrenado las anteriores.