Erotismo e ilustración.
La “intelligentsia” más rústica de la crítica suele repetir cual papagayo que el período de mayor esplendor de las “películas de época” se lo debemos al Hollywood de oro, entre las décadas del 20 y 50. Hoy nos vemos en la obligación de obviar tamaña pereza analítica ya que lo cierto es que en todo el mundo se filmaron propuestas fastuosas haciendo eje en un pasado remoto y gran parte de la producción estadounidense de dicha etapa estuvo dedicada a mamarrachos incoherentes de una artificialidad casi siempre ridícula. Los exponentes individuales que llegaron al éxito cualitativo/ cuantitativo no compensan el patrón estándar de aquel momento, vinculado a la celebración estéril de rasgos por demás reaccionarios.
Recién en los 60 comenzaron a aparecer representaciones más complejas y heterogéneas de tramos históricos que habían sido trabajados hasta el hartazgo en muchos “exploitations monárquicos” de variada naturaleza. La Reina Infiel (En Kongelig Affære, 2012) es una verdadera maravilla que nos llega desde los países escandinavos, una epopeya soberbia que une el melodrama palaciego con la épica nacional danesa del siglo XVIII. Superando con creces toda la mediocridad cinematográfica reciente de norteamericanos y/ o británicos en lo que respecta a realizaciones de este calibre, el convite en cuestión se abre camino hacia la excelencia mediante una estética apabullante y la prodigiosa labor del trío protagónico.
En pleno “siglo de las luces”, cuando el avance de una ilustración democratizadora e iconoclasta provocaba cambios radicales a lo largo de Europa, Dinamarca estaba gobernada por un Concejo de Estado conservador que tenía en su poder al “rey títere” de turno, el desequilibrado Cristián VII (Mikkel Boe Følsgaard). Bajo la tutela de un médico cortesano, el progresista Johann Friedrich Struensee (Mads Mikkelsen), el monarca impulsa una serie de reformas liberales que despiertan el odio de los sectores tradicionalistas asociados a la nobleza y el clero, quienes a su vez inician una campaña de desprestigio centrada en el affaire entre Struensee y la consorte real, la princesa Carolina Matilde (Alicia Vikander).
Aquí el director y guionista Nikolaj Arcel construye un retrato pormenorizado de una suerte de revolución política de carácter inconformista en el contexto más paradójico posible, el del único territorio del “viejo continente” en el que aún no habían calado ni una de las disposiciones de vanguardia en boga (vacunación masiva, universidad pública, abolición de la censura, asistencia social, prohibición de la tortura, etc.). El gran Mikkelsen, por su parte, ratifica que es uno de los mejores actores de la actualidad, como ya habíamos comprobado en La Cacería (Jagten, 2012), Valhalla Rising (2009) y Flame & Citrón (Flammen & Citronen, 2008). Hoy por fin el erotismo y la exuberancia están al servicio del intelecto…