Desde Francia llega La Religiosa, para renovar las salas porteñas.
Basada en la novela de Denis Diderot, La religiosa no es la primera adaptación que llega al cine, existiendo en 1966 una película de Jacques Rivette. A su vez, la novela se basa en la historia real de una joven monja, Suzanne Simonin, que al rechazar los votos es procesada y encerrada en pleno siglo XVIII.
Pauline Etienne es la encargada de dar vida a esta adolescente en esta versión ahora dirigida por Guillaume Nicloux. Una muchacha que es forzada a tomar los votos pero se resiste y así es encerrada y torturada por diferentes madres superioras (Françoise Lebrun y Louise Bourgoin ambas muy bien en sus personajes). Cuando ya más cerca del último tramo las cosas parecen por fin, tras tanto calvario, mejorar, es cuando entra en escena, ya bastante entrada la segunda mitad del film, la grande Isabelle Huppert como una nueva madre atenta, quizás demasiado, a las necesidades de Suzanne.
Apostando a una fría teatralidad, La Religiosa tiene una narración lineal sin muchas sorpresas y no se siente nada arriesgada. Aun así logra poner en escena temas suficientes como para generar en el espectador una reflexión (porque no parece haber intención de plasmar una dura crítica ella misma) sobre la religión y sobre el derecho de la mujer a su libertad, especialmente en una época en que la mujer parecía tener sólo dos destinos posibles: ser esposa y madre o entregarse a Dios.
Gran parte de los logros de esta adaptación recaen en cada una de sus actrices, pero también se destaca que la búsqueda de emociones nunca se siente forzada, todo está plasmado de manera delicada.
La Religiosa es correcta e interesante pero con una temática que podría haberle permitido jugársela un poco más en lugar de optar por un retrato más bien liviano sobre un tema siempre complejo.