Dialectos matrimoniales y rituales de justicia
El cine iraní nos viene trayendo gratas sorpresas en lo que a definición de cine de autor se refiere. Tal es el caso de Jodaeiye Nader az Simin (2011) una historia melancólica y cruda al mismo tiempo, que guarda cierto fondito amargo para el deleite de los que odian las tramas melosas y con final feliz. Nada de eso hay en la película de Asghar Farhadi y su inquieta cámara. A separation, como se la conoce mejor, es una cinta inquieta en todo sentido. Sus infinitos diálogos, su urbanismo desmesurado, su trasfondo político (motivo del intento de divorcio del personaje de Leila Hatami), su base religiosa como leitmotiv imperativo y su realismo imparable la clasifican como lo más atinado de esta temporada que ya pasó.
El guión arquitectónico de Farhadi funciona como una máquina que no para hasta el eterno plano final. Todo es poesía muerta, todo es realidad. Una joya.
Por si fuera poco, el realizador va ensamblando pieza por pieza a medida que pasa la trama, hasta crear un desorden caótico y hermoso, en el que confluyen diferentes hechos que se narran con una magistral dirección y desempeño actoral por parte de un reparto perfecto, casi documental.
La realidad de un departamento puertas adentro (notable la cantidad de interiores en esta propuesta), contada con una puesta de cámara en mano muy adecuada, se vive con las pulsasiones de un guión que en cualquier momento está por sufrir un ataque. Farhadi tiene todo puesto en un lugar con un motivo, y con una excusa, lo cual convierte a Jodaeiye Nader az Simin, que no es más que una historia de divorcio vilipendiada por un sinfín de complicaciones que la hacen un rompecabezas judicial y cotidiano.
Si el cine es antropolgía, Jodaeiye Nader az Simin es la etnografía, y Farhadi un gran, gran antropólogo con una inquieta cámara que es nuestra ventana a un mundo que, kilómetros más kilómetros menos, es cercano a todos.