En esta nueva entrega de live-actions de clásicos animados de Disney le tocó el turno a La Sirenita, la película basada en un cuento de Hans Christian Andersen que por supuesto optó por una versión mucho más luminosa y romántica que la original. Dirigida por Rob Marshall y protagonizada por Halle Bailey, quien tuvo el desafío enorme de ponerse en la piel de Ariel.
La historia es conocida. La mayoría de la gente que se acerque a salas a ver esta versión probablemente ya vio la anterior, a excepción de gran parte del público infantil. Ariel es la menor de una hermandad de sirenas que viven bajo la protección y cuidado de su padre el Rey Tritón, pero lo que la diferencia del resto es su curiosidad. Ariel no quiere quedarse encerrada en el vasto mundo acuático, sino que le interesa lo que hay más allá de la superficie y, sobre todo, el mundo humano, la posibilidad de tener piernas, de caminar, saltar y bailar. Eso la enfrenta constantemente a su protector padre (Javier Bardem sorprende con un personaje que fácilmente podría haber caído en lo ridículo) y la pone en peligro al escaparse sin previo aviso a espiar, desde donde puede, a quienes navegan sobre ella. Pero cuando es fuertemente castigada tras acercarse demasiado a la superficie, tras tener contacto directo con un joven príncipe al que rescata, se ve arrastrada magnéticamente hacia Úrsula, hermana traidora de Tritón y conocida como la Bruja del Mar. Ella le propone el trato de convertirla en humana a cambio de lo más poderoso que tiene: su voz.
¿Qué es una sirena sin una voz? Ya no es una sirena. Mitológicamente, una sirena es una mujer mitad pez que llama, seduce y engaña a navegantes. Por supuesto la versión de Disney que conocemos es más edulcorada y romántica, pero esa voz con la que Ariel embrujó al humano al que salvó ahora no puede utilizarla para conseguir su propósito: el beso de amor que los mantendrá juntos de por vida.
Si bien se habló mucho de la elección de su protagonista, en el primer número musical ya entendemos por qué Halle Bailey fue la elegida para el rol de Ariel: Sus interpretaciones consiguen el encanto que nos traslada a la época donde la magia de Disney era más simple y efectiva. Su química funciona con el príncipe, Jonah Hauer-King, a quien se le intenta brindar una mayor dimensión. Pero quien sorprende con su difícil rol es Melissa McCarthy. Su Úrsula es divertida y aterradora y cautivante y dan ganas de que tenga más minutos de pantalla.
En esta versión la historia es muy fiel a la original, con algún pequeño descarte y algunas escenas nuevas que, a la larga, no aportan demasiado. Algunos agregados musicales compuestos por Lin-Manuel Miranda se sienten que sobran. Desde lo técnico, hay una gran construcción del mundo bajo el mar, por momentos luminoso y colorido pero con rincones oscuros y peligrosos. A la hora de desarrollar a los personajes que en una animación resulta más sencillo, como a los animalitos amigos incondicionales de Ariel, se apuesta a un estilo hiperrealista que en primera instancia resulta extraño.
También se nota, y a veces demasiado, la intención de continuar apostando a la diversidad. Ojalá pareciera algo más fluido, pero una ve a todas las hermanas sirenas de distintas razas… pero ninguna que le escape a cánones hegemónicos, claro. En fin, intenciones que se agradecen pero que aún necesitan trabajarse, quizás incluso creerse para que no parezca que todo se trata de llenar cupos. Lo mismo con los pequeños cambios de líneas que intentan adaptarse a la época porque hoy parecen algo anticuadas.
Tal vez por los agregados que no hacen más que estirar la historia, es que hacia el final todo se siente que se resuelve demasiado rápido, sin sorpresas porque ya conocemos lo que sucede, pero con poca emoción.
La Sirenita no es la catástrofe que esperaba pero tampoco es una gran película de una compañía que en busca de inspiración decidió revivir clásicos hasta hace poco intocables. Una película entretenida que en sus mejores momentos nos traslada a otra época, tal vez porque se nota que el público al que apunta no es tanto al infantil sino al adulto que creció con esta historia. Un homenaje, un ejercicio nostálgico más que una reversión.