Heridas, dolor e intensidad.
Hasta no hace tanto tiempo el debut promedio de un director periférico en Hollywood era garantía de renuncia ideológica, acoplamiento mainstream y un resultado final bastante pobre, en ocasiones suscitando un regreso posterior automático a la madre patria. Si bien este patrón estándar acompaña a la historia del cine en toda su extensión, durante las últimas tres décadas la situación se agudizó a niveles insospechados, generando una verdadera andanada de desastres varios en los que la calidad se había esfumado casi por completo. Por suerte recientemente la tendencia comenzó a amainar, en especial debido a una relativa apertura de criterios de los estudios tradicionales, los que aun hoy continúan controlando la distribución internacional, y gracias a la consolidación de las productoras independientes, las principales empleadoras de los realizadores “no estadounidenses”...