Jorge “El Sabueso” Villafañez (notable caracterización de Juan Carrasco) es un meticuloso detective privado de voluminosa barriga y acostumbrado a una soledad que solo rompe cuando se encuentra con sus amigos Finoli (Javier Bacchetta) y Rubén (Cachi Bratoz) a jugar al paddle o a tomar algo en un bar. El Sabueso tiene algo de esa impronta porteño-machista en una película que -a partir del cómic original de Sáenz Valiente- propone en primera instancia cierto look neo-noir.
Pero todo cambia para el perfecto antihéroe cuando Ricardo Zelarrayán (Edgardo Castro) lo contrata para vigilar a su ¿futura ex? esposa Elvira Schulz (la mítica Katja Alemann, en un bienvenido regreso), una otrora famosa bailarina (aunque luego la veremos danzar en pantalla a sus 65 años) devenida coreógrafa experimental. Villafañez la seguirá, cada vez más extasiado, hasta que ambos entrarán en contacto en una casona que ella ha comprado en el Delta del Tigre.
La sudestada tiene muchos elementos atractivos y bien concebidos de manera independiente, pero que no siempre conviven con la armonía, fluidez y naturalidad deseada dentro de la trama: el apuntado universo del noir luego va mutando hacia lo onírico y lo espiritual con un collage/patchwork en el que también hay lugar para imágenes de noticieros, de cortometrajes y de archivo para amplificar el clima de sudestada y crecida del río al que alude el título.
Y, aunque el resultado no sea del todo convincente, hay en la hora y media de La sudestada una inteligente puesta en escena, buenas actuaciones para personajes que no disimulan las panzas ni las arrugas, un péndulo entre el costumbrismo barrial y la estética de cómic, irrupciones de humor y romance, varios momentos de baile y hasta escenas en las que los sueños dan lugar a fantasías, visiones y revelaciones trabajadas con una estética surrealista. Un film de a ratos fascinante y siempre audaz.