Después de su paso por la reciente edición del BAFICI, llega a salas este singular policial. Dirigido por Daniel Casabé y Edgardo Dieleke y con guion de ellos junto a Martín Mauregui y Agustina Liendo, La sudestada es una adaptación de la novela gráfica homónima de Juan Sáenz Valiente y además trae de vuelta a Katja Alemann al cine.
Jorge “sabueso” Villafañez (Juan Carrasco) es un detective privado que parece de otra época. Si bien no lleva trenchs ni fuma incontable cantidad de cigarrillos, lleva a cabo su trabajo de una manera algo artesanal y paciente. En lugar de usar la tecnología a su favor (estamos ante alguien que incluso tiene contestador automático en estos tiempos), se dedica a seguir, observar e incluso hablar con las personas, con una capacidad para que ellos cuenten cosas que generalmente callan. Tampoco es una persona tan solitaria; si bien se entiende que hace mucho que no está con una mujer (se intuye alguna historia pasada en la que no se ahonda), tiene un fiel y reducido grupo de amigos con los que se encuentra de manera asidua.
El problema empieza cuando un hombre (interpretado por Edgardo Castro) lo contrata para seguir a su mujer Elvira (Katja Alemann), convencido de que tiene un amante. Esta vez, «Sabueso» no consigue respuestas rápidas. La mujer es una cautivante bailarina que hoy trabaja como coreógrafa, solitaria, que escapa a una zona aislada del Tigre para bailar desnuda entre los árboles. Su marido espera una respuesta directa de qué es lo que le sucede como para querer separarse, esperando respuestas concretas y esperables. Sin embargo, Elvira no es cualquier mujer.
La presencia de Katja Alemann es imprescindible en la película, ella es la película. Seductora, misteriosa, fascinante, consigue cautivar no sólo a su protagonista sino al espectador. Entendemos rápidamente lo que a ese hombre le sucede al observarla, las contradicciones sobre seguir las reglas de su trabajo o dejarse llevar por su propia curiosidad, animarse a acercarse a ella o esperar en la sombra que algo suceda. Y ella le pone el cuerpo a un personaje que durante toda la primera parte de la historia no tiene casi línea de diálogo, es pura presencia.
Ya la idea de poner en el centro a personajes de una edad que suelen quedar relegados a secundarios es un aporte valioso. Y el retrato que se hace acá de ellos es muy humano, logrando con pocas pinceladas pintar personajes queribles.
De todos modos no estamos ante un policial clásico, sino algo más cercano a un melodrama. Casabé y Dieleke le imprimen un tono onírico que enrarece la propuesta. Y la narración no cae en los lugares comunes y esperables del noir, sino que se queda estancado en otra parte. Ahonda en el misterio de una manera poética que puede dejar sabor a poco a quien espere una vuelta de tuerca o trágico final de policial negro. Hay pequeños momentos de comedia y absurdo que le aportan no sólo humor sino ternura. Y las escenas de los sueños, algunos pesadillas aterradoras, terminan de enrarecer una historia que en el fondo es sencilla.
La sudestada es una película extravagante, muy prolija desde lo técnico con planos hermosos probablemente inspirados en el cómic en el que se basa. Una experiencia interesante que quizás en algún momento se estanca desde lo narrativo pero consigue mantener su interés a base de esos personajes tan particulares.