“Ciencia”. “Arte”. Con esas dos palabras se presentan en la película Stephen y Jane en la película de James Marsh, que aparece como una de las más nominadas para la próxima entrega de los premios Oscars. Eddie Redmayne es el encargado de convertirse en Stephen Hawking, a tal punto de no sólo a través de lo físico terminar pareciéndose muchísimo, sino en su modo de moverse y gesticular, producto de mucho estudio por parte del actor.
Felicity Jones es Jane Wilde, la mujer que acompañó incondicionalmente a ese hombre desde un primer momento, que puso muchas cosas que quería en un segundo plano para estar con el hombre que sería el padre de sus hijos. Lamentablemente, si bien está presente con el tema de la religión, esta diferencia entre ambos personajes no termina de desarrollarse, eligiendo entonces la película apelar a lo más efectista. Sin duda, esta es la película de las nominadas que mejor pertenece a la subcategoría típica película británica, generalmente biopic, correcta aunque en general con poco más que eso por ofrecer.
Es cierto que el trabajo que hacen los actores, ambos nominados, le agregan bastante a favor, pero la historia, basada en el libro de la propia Jane, termina funcionando como una biopic ordinaria y poco conmovedora, más allá de la historia de vida a la que apela.
“Donde hay vida, hay esperanza”, dice en algún momento la máquina que habla por un Stephen que ya no sólo apenas puede moverse sino que una traqueotomía que le salva la vida lo deja sin la posibilidad de hablar. Y de eso principalmente va la película.
De cómo un hombre a quien cuando le diagnostican esta extraña enfermedad le pronostican apenas dos años de vida, surge el respetado científico en el que aquel estudiante brillante de Cambridge logró convertirse a pesar de la enfermedad que atacó su cuerpo pero nunca su cerebro. Pero sobre todo, de cómo el amor puede ser incondicional, aun cuando ya no es el mismo que en un primer momento.
Si bien hay un par de momentos cinematográficamente más interesantes (el montaje final pre leyendas a la que toda película basada en hechos reales no puede dejar de apelar), en general la película es muy convencional, y a veces cae en el golpe bajo, pero siempre se mantiene bastante correcta, desde sus formalidades hasta sus ideologías.
De las menos interesantes de las películas nominadas a la estatuilla principal, "La teoría del todo" sirve para conocer la figura reconocidísima de Stephen Hawking, pero como film ni siquiera termina de convencer a la hora de plasmar todo lo que este hombre le dio a la ciencia, prefiriendo quedarse en la vida difícil que le tocó tener y cómo logró salir airoso y romper las barreras que los médicos le pusieron.