Una noche, dos encuentros
No es común que una ópera prima sea tan lograda. Si bien Massy Tadjedin es conocida por su trabajo como guionista, en su debut como directora en La última noche (Last Night, 2010) crea un clima y un ambiente que traspasa el medio y llega al espectador, algo muy difícil de realizar. Como la música, arte que a nivel perceptual produce una recepción inmediata y de gran intensidad, la película genera una sensación de intimidad no sólo por el guión y la trama, sino por la fotografía y principalmente la banda sonora.
Pocos personajes giran alrededor de esta historia reforzando el sentido de intimidad. Un matrimonio joven neoyorquino, Joanna (Keira Knightley) y Michael (Sam Worthington) entran en conflicto a partir del encuentro con otros personajes (Eva Mendes y Guillaume Canet). El adulterio es el eje de las distintas historias, disparador no sólo en la representación de la pareja sino de lo que le irá sucediendo a cada uno ellos individualmente. No se lo aborda desde un punto de vista moral, simplemente se representa un segundo en la vida de una pareja y una dicotomía relacionada con la infidelidad: si se trata sólo el sexo o la conexión con alguien más allá del tiempo. La trama funciona por un montaje paralelo, en un mismo momento suceden dos encuentros, el de Joanna y Alex y el de Michael y Laura. La historia se desarrolla en ese instante donde se da un cambio en la vida de los protagonistas.
El espacio tiene un rol fundamental a la hora de construir la identidad de la pareja, nada sabe el espectador de ellos, no se repone su historia. Son los detalles de cada objeto los que reflejan la cotidianidad. Es la casa la que condensa la vida del matrimonio. Desde el guión y desde la imagen se apela a un sentimiento de intimidad, la interpretación de los actores está caracterizada a partir de las sutilizas, de gestos mínimos que hacen referencia tanto a la familiaridad como a la tentación y al deseo. El film recrea un clima a través de la fotografía y la banda sonora, elemento de mayor fuerza en el film. Clint Mansell, responsable de la banda sonora de Réquiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000), realiza un trabajo excelente. No sólo logra el dramatismo justo sino que genera una ambientación por medio de la música. El guión, la dirección, la fotografía, la interpretación de los actores y la banda sonora hacen que esta ópera prima se destaque por sobre el resto. Un denominador común envuelve a La última noche y es un sentimiento de delicadeza en la representación de la intimidad con gestos mínimos.