La ganadora de la Competencia Argentina fue la notable La utilidad de un revistero, de Adriano Salgado. Si decimos que se trata de una película concebida con un solo plano (en realidad son dos, porque cerca del final hay un corte con fundido a negro) prácticamente estático (hay un sólo y leve movimiento de cámara en determinado momento) y con tan sólo dos actrices, muchos podrían pensar que se trata de un rollo experimental absolutamente aburrido e infumable, cuando en rigor es todo lo contrario. La película muestra la interacción de dos muchachas adentro de un departamento de Buenos Aires; una de ella se presenta como candidata para un trabajo como colaboradora para la construcción escenográfica de una obra teatral, y la otra intenta chequear su idoneidad y sus posibles aptitudes. La informal entrevista comienza a transformarse en una charla en la que la planificación de la obra deriva en una cena conjunta con algún accidente doméstico, y un hilarante intercambio acerca de las mejores maneras de dar sexo oral. Las dos actrices (brillantes) despliegan un largo duelo actoral con efectivas puntas humorísticas, en el que empiezan a dar a los personajes cierta complejidad, dimensiones ocultas que acaban forjando cierta densidad humana. Enfrentando al espectador a sus propios prejuicios (en un comienzo las chicas aparentan ser bastante pelotudas, y terminan siendo algo totalmente distinto), la película utiliza el reducido espacio estableciendo un juego metacinematográfico y de espejos, proponiendo asimismo una reflexión respecto a la puesta en escena teatral y cinematográfica. Una gran ópera prima, diferente, lúdica y muy entretenida de un promisorio director al que conviene seguir de cerca. Sobre la atípica concepción, Salgado ha dicho: “Con este larguísimo plano secuencia quise demostrarme sobre todo que los cortes en el montaje no garantizan ni entretenimiento ni efectividad, y que incluso a veces el corte puede ser una gran decepción”.