La chica del pelo azul
Adèle (Adèle Exarchopoulos) es una adolescente a la que le encanta leer, le cuesta encontrarse cómoda entre sus compañeros, y vive con una extraña y continua sensación de angustia que no sabe de donde viene. Sale con un chico que le gusta, pero por el que no logra sentir nada, su vida es un ir y venir sin rumbo, lleno de preguntas, hasta que un día se cruza por la calle con Emma (Léa Seydoux) y a partir del encuentro con esa chica de pelo azul, las cosas cambian.
Adèle comienza a preguntarse que siente por las mujeres, prueba con unos besos a una amiga en el baño de la escuela, se enfrenta con los prejuicios de algunas compañeras, hasta que finalmente en un bar gay vuelve a ver a Emma, y allí parece haber encontrado su lugar en el mundo.
Las chicas comienzan una relación apasionada, con una conexión increíble. Una explora el mundo de la otra, y Emma, quien es un poco mayor, estudiante de arte, y con más experiencia, es un mundo nuevo para Adèle.
Durante tres horas de película el director muestra seis años en la vida de Adèle, su adolescencia, el encuentro con Emma y la relación que construyen ambas. Desde la pasión inicial, hasta la madurez y la convivencia. Con primeros planos, de forma cercana y con una gran naturalidad, la cámara sigue a Adèle, capta sus sensaciones, retrata su mundo, y los climas no se construyen, se espían.
Sabemos antes que ellas qué es lo que les está pasando, porque lo estamos viendo, vemos lo que no se animan a decir, sentimos sus miedos, y vemos como esa pasión que ahora entró en la meseta de la convivencia comienza a peligrar. Cómo ese mundo de la otra que antes era explorado con curiosidad ahora se convierte en un enemigo, cuando Emma se dedica de lleno al arte, y Adèle convertida en maestra de escuela parece no encajar en ese mundo de artistas e intelectuales.
Ambas actrices han logrado interpretaciones excelentes, y definitivamente la película no sería tan maravillosa sin ellas; han logrado una gran química, donde en la mayoría de las escenas no hacen falta las palabras. Si bien hay escenas de sexo explícitas, estas no desentonan con el resto de la historia, ya que todo se muestra de la misma forma: de modo realista, cercano, e intenso.
La vida de Adèle es una película intimista, de esas difíciles de describir, porque no tiene impacto, tiene silencios, y de forma natural y sensible, nos muestra todo aquello que pasa por el alma y los ojos de la protagonista.